Quién diría, finalmente podría ser Donald Trump quien ayude a cristalizar el sueño del Che Guevara, proclamado en su Mensaje a la Tricontinental de La Habana en enero de 1966, de crear “dos, tres, muchos Vietnam”. El nuevo presidente de EE. UU. promete deportar inmigrantes mexicanos a granel, levantar más empalizadas, aplicar asfixiantes aranceles del 25 % y hasta americanizar nominativamente al Golfo de México. Es cierto que a los mexicanos les hace falta un “tatequieto”; ahora, relajo, pero con orden.
Y ni qué hablar de la “anexión” de Canadá y la promesa de otro 25 % arancelario si no se adhieren a la idea. Nadie se lo hubiera imaginado, tampoco lo de la compra de Groenlandia. Los daneses, que no tenían planeado vender, sobresaltados, fueron despertados de su siesta. No sé si arreglarán con el cambio de escudo. Trump dice que, si es necesario, utilizaría la fuerza.
¿Y qué dicen el resto de los europeos, tan amigos de hacer gárgaras?
Que apronten las gargantas porque no es solo el tema Groenlandia-Dinamarca, sino que el flamante mandatario ya les advirtió que tendrán que poner más plata para la OTAN; si no, se acabó la protección.
Y, por si fuera poco, ¿por qué meterse con Panamá y su canal? No es manera de pedir una rebaja de tarifas así; se pueden hacer negocios durante un tiempo, pero luego aparecen los Vietnam, máxime cuando también se enarbola la fuerza bruta y se menea lo de una nueva invasión o toma de la “zona”. Lo del Canal de Panamá es la mejor historia para entender la grandeza del recién fallecido Carter.
Pero bien, ese mismo Trump, tan avasallante por estos lares, afloja en lo que respecta a la invasión de Ucrania. Tiene otras ideas, eso sí, con plata o territorios ajenos. ¿Tan amigo es de Vladimir Putin y de esta Rusia nuevamente imperial? También aparece algo más tibio, o no tan entusiasta como antes, en lo que respecta al apoyo a Israel en Medio Oriente.
¿Se ha vuelto pragmático? ¿O lo convenció el papa Francisco, que no ceja en su campaña contra el liberalismo y la libertad, y en su disimulado (y a veces ni tanto) apoyo a los palestinos, a Maduro y al kirchnerismo?
¿Cómo se explica, a su vez, la tibieza de Trump respecto a Venezuela? ¿Qué va a hacer con el tema de la explotación y compra del petróleo venezolano?
¿Otra vez el pragmatismo? Es que los negocios son negocios y, como es sabido, cuando estos entran a tallar, las libertades, los derechos humanos y la democracia pasan a un segundo o tercer lugar. La libertad de mercado totalitaria tiene eso. Por cualquier curiosidad, preguntar por China, que no solo se dedica a producir pestes globales.
Se sabía de un Trump proteccionista, emperrado en abroquelar a su país, pero no tanto así, blandiendo la espada contra propios y ajenos, y más contra propios, como se puede avizorar.
Puede que sean solo promesas electorales. En fin, es preferible confiar en los contrapesos que siempre han estado presentes en los Estados Unidos. Trump, hoy además —y no hay que obviarlo—, cuenta con nuevos y poderosos amigos y laderos, gente para la que “los negocios” son prioridad.
Se trata de un Trump que se adivina como un hombre de derecha y conservador; pero no un liberal. Esto, ni por asomo.