Educación en las elecciones

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Los períodos electorales son importantes para revisar las prioridades de las sociedades. En la presente campaña electoral llama la atención la escasa importancia que muestran los ciudadanos por el estado de nuestra educación. De acuerdo con las encuestas, la violencia y la corrupción son las principales preocupaciones de los ciudadanos. Por ejemplo, según una encuesta de la empresa Cifra de junio de 2024, solo 4% de los uruguayos considera la educación como un problema prioritario. Es un cambio preocupante respecto a períodos electorales anteriores.

Naturalmente los candidatos se concentran en los temas que más preocupan a los votantes, lo cual ha llevado a una escasa presencia de los temas educativos en las campañas electorales.

Mejorar nuestra educación debería ser un tema central de preocupación para los uruguayos. Existe amplio consenso internacional de que mejorar la educación es condición necesaria (aunque no suficiente) para propulsar el desarrollo. No existen países desarrollados con bajo nivel educativo. Por algo los países que han progresado más rápido en los últimos años como Finlandia, Corea del Sur, Singapur o Israel, por ejemplo, realizan un esfuerzo importante en mejoras constantes de la educación. Son países democráticos en los cuales gobierno tras gobierno mantuvieron el foco en mantener una educación de alta calidad.

No quiere decir que en nuestro país no se hayan realizado mejoras educativas.

En los últimos 40 años se amplió la cobertura de la educación secundaria, se crearon seis nuevas universidades, se amplió la oferta educativa superior en el interior del país, se instaló el Plan Ceibal que permitió ampliar la inclusión tecnológica (y que fue una ayuda invalorable durante la pandemia), se creó la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), se aprobó un sistema de exoneraciones fiscales para promover donaciones a instituciones educativas, el presupuesto educativo aumentó a niveles récord para nuestro país, se lanzaron muchas carreras nuevas de nivel técnico y universitario, y se expandió el sistema de postgrados.

Estos cambios fueron valiosos, pero no alcanzaron para cambiar la trayectoria de nuestro sistema educativo.

¿Cuál es nuestra situación actual? Uno de los problemas más importantes es que no hemos logrado aumentar sustancialmente el porcentaje de estudiantes que culminan bachillerato. Esos jóvenes que no culminan bachillerato se ven excluidos de la educación universitaria, y por lo tanto, ven coartadas sus posibilidades de desarrollo personal. En un país de escasa población como el nuestro esto significa una gran pérdida de capital intelectual y capacidad productiva. Según un informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) de junio de 2024, solo 50% de los uruguayos entre 21 y 23 años culminaron secundaria (en Brasil, por ejemplo, es 73%).

Tampoco hemos logrado mitigar los graves problemas de equidad en la culminación del bachillerato. Las estadísticas muestran que los quintiles de mayor ingreso de la población terminan bachillerato en los mismos porcentajes que los países europeos, mientras que los quintiles de menor ingreso terminan porcentajes típicos de países africanos pobres.

En los últimos días, uno de los candidatos propuso ofrecer recompensas económicas a estudiantes de los quintiles de menor ingreso que culminen bachillerato. Esto es positivo porque reintroduce el tema educativo en la agenda, aunque la experiencia internacional no ofrece mucha evidencia sobre los resultados por medidas de este tipo, aunque por supuesto, depende de cómo se implemente.

Tampoco hemos logrado mejorar la calidad de los aprendizajes apreciablemente. Las pruebas PISA y otras mediciones son consistentes al respecto. La calidad del aprendizaje de nuestros estudiantes está por debajo de los promedios internacionales y es insuficiente para lograr un salto cualitativo en la productividad y la innovación en nuestro país.

Acaba de comenzar una transformación educativa en la educación primaria y secundaria. Es promisoria, pero es muy pronto para evaluar sus efectos o para estar seguro de que será sostenida en próximos gobiernos.

Aumentó el número de universidades, pero siguen trabajando demasiado distanciadas del sector productivo, que, a su vez, mantiene bajos niveles de inversión en investigación y bajas tasas de innovación (con excepción del dinámico pero incipiente ecosistema emprendedor tecnológico). El sistema de exoneraciones fiscales pudo haber ayudado a promover la innovación, pero fue arruinado por consideraciones políticas menores unos pocos años después de ser creado.

Nuestro país necesita un salto cualitativo en su sistema educativo para poder alcanzar un nuevo estadio de desarrollo y ofrecer oportunidades de progreso a toda nuestra población. Para esto necesita transformaciones que requieren voluntad política. Los candidatos deben escuchar las preocupaciones de los ciudadanos, pero los líderes deben ir más allá de las encuestas. Los líderes buscan interpretar los desafíos del futuro y preparar a las sociedades para enfrentarlos.

El período electoral que se avecina es una oportunidad para que los ciudadanos ubiquemos a la educación como un tema prioritario en la agenda de los que se postulan a gobernar, y que elijamos a los que ofrezcan los planes más creíbles y efectivos. La educación no tiene colores partidarios, todos los uruguayos debemos adoptarla como una causa común y urgente. El Uruguay del futuro reflejará nuestro sistema educativo de hoy.

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