Educación para la sustentabilidad

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Como parte de los festejos del “Día Mundial del Medio Ambiente”, el Ministerio de Ambiente y la Red Nacional de Educación Ambiental, organizaron el 8o Encuentro Nacional y 3a Ronda Latinoamericana de Educación Ambiental en Montevideo.

Se desarrollaron en el marco de la exitosa Expo Sostenible, abierta al público en el Antel Arena durante cuatro jornadas.

Educadores ambientales de todo el país y del extranjero se dieron cita para mostrar y compartir experiencias, cotejar y discutir puntos de vista, intercambiar materiales didácticos, con el afán de avanzar sin pausa en la construcción de ciudadanía ambiental.

La diversidad de enfoques en estos temas es grande porque involucra asuntos esenciales y estructurales de la sociedad moderna.

Lo cual nos conduce, sin ambages, a abordar los alcances conceptuales de uno de los pilares fundamentales de la educación: el desarrollo sustentable.

Debemos insistir en este aspecto porque ayuda a la comprensión de hacia dónde está enfocado el rumbo de la sociedad del siglo XXI.

Nos costó bastante tiempo asimilar la importancia de la conservación de la naturaleza -de nuestro entorno-, como componente controlador del crecimiento económico. Sabemos que todo tiene sus límites, por lo tanto el despliegue del desarrollo económico procurando crecimiento, riqueza y bienestar, también debe tenerlo muy en cuenta. Con el agravante de que en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas en los cuales se desenvuelven nuestras sociedades, tienen sus complejidades -fortalezas y debilidades-, y por lo tanto son susceptibles a dañarse y degradarse.

La premisa fue desarrollo y conservación. Pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta que está visión era incompleta, en el sentido del mensaje que se brindaba a la comunidad.

Debíamos enfatizar que además de nuestros legítimos intereses de asegurarnos la satisfacción de nuestras necesidades fundamentales, teníamos que hacer lo propio con las de las futuras generaciones, porque hoy están ausentes para reclamarnos y defender su derecho a lo mismo. Entonces impulsamos el denominado desarrollo sostenible (en el tiempo), concebido como la forma de lograr que nuestro desempeño actual en procura de nuestro bienestar, no comprometa el potencial de los servicios y los bienes ambientales para el futuro.

En ese proceso permanente de maduración intelectual y aprendizajes de toda índole, la realidad no hizo ajustar aún más el concepto de desarrollo. Y desembocamos en el actual desarrollo sustentable, que es mucho más que un cambio de palabra, y que no significa casi lo mismo.

La sustentabilidad impulsa el desarrollo humano hacia un concepto más completo y justo. Porque promueve el crecimiento económico (esencial para conseguir bienestar humano), pero al mismo tiempo defiende la protección ambiental (clave para sostener el proceso de manera indefinida) y exige alcanzar la equidad social -sin la cual los otros pilares, tarde o temprano, se desmoronan.

Queda claro que la educación de nuestro país (consideramos redundante agregarle “ambiental”) debe abordar este desafío con mucha determinación.

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