Educar e impulsar

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Casilda Echevarría
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El concepto de empoderamiento ha estado asociado a la lucha de un grupo determinado por obtener derechos o por eliminar formas de opresión. No siempre el empoderamiento o afirmación de las propias capacidades se da luchando en contra de algo.

Una buena educación provee de herramientas que contribuyen a que las personas se alejen de ideas tales como la lucha de clases, odios y resentimientos entre grupos de diverso origen o condición. El conocimiento adecuado a los tiempos en que se vive es una herramienta para el desarrollo personal sin el deseo proveniente de la envidia de sacar a otro por el solo hecho de tener lo que uno no tiene y desea. Ser instruido, en general cambia el rumbo de las personas por su capacidad de anhelar lo que su propio esfuerzo pueda alcanzar, sin necesidad de permanentes comparaciones que solo dividen.

Muchos adornan sus discursos, buscando simpatías electoreras, con la tan denostada palabra "educación", sin que ello conlleve contenido alguno ni compromisos prácticos en favor de los más desprotegidos. Poco a poco la idea va tomando cuerpo, y liceos privados, laicos y gratuitos, situados en los barrios de escasos recursos económicos, contribuyen a que quienes son formados en ellos, logren una salida, o bien laboral o bien de estudios posteriores. Esa es la verdadera salida de la pobreza, no las dádivas sin contraprestación, que solo hieren el alma a través de un orgullo empequeñecido por la incapacidad de lograr algo con el propio esfuerzo. En recientes entrevistas, Ernesto Talvi ha dado respuesta a cuáles son las necesidades o componentes de una buena educación en contexto crítico, de modo de tender a minimizar las diferencias con chicos que estudian en otros ambientes. No se trata sólo de impartir conocimientos sino de acompañar a los educandos en una formación integral e incluir a las familias. Sí, hay que destinar más recursos a la educación, pero no sólo en sueldos, sino en beneficio de los chicos y de su futuro, mientras que la matrícula en las escuelas públicas desciende, el número de personas cuyo futuro será menos promisorio se incrementa. Una juventud instruida, con ilusiones, con entusiasmo, constituirá el impulso hacia una sociedad más próspera, la desesperanza es caldo de cultivo para la droga, los suicidios, y en el mejor de los casos para el rencor.

No se trata de prometer porcentajes de PBI, como con demagogia explícita se vocifera, sin análisis de costos y sin consideración a la evolución del mismo. Se trata de destinar bien los recursos públicos, no de desangrar a la actividad privada con mayores impuestos que en definitiva impiden que se generen nuevos puestos de trabajo.

¿De qué serviría una juventud educada y formada en oficios y profesiones si al mismo tiempo no se generan nuevos puestos de trabajo?

El desarrollo de un país precisa de una política armónica que comprenda evolución social y económica en paz y democracia. Con enfrentamientos dentro y entre los partidos a ver quién obtiene más votos explotando la división social no se logrará el objetivo. Las discusiones políticas parecen centrarse en luchas por denostar a los contrarios más que por discutir las bases de un país de primera, y qué falta hace un liderazgo firme, al que, por sus ideas y conceptos, se le una la ciudadanía.

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