En 1797, Johann Wolfgang von Goethe publicó “el aprendiz de brujo”, poema que se hizo popular gracias a la versión animada de Walt Disney protagonizada por Mickey Mouse. El poema cuenta que un viejo hechicero deja su taller en manos de su aprendiz, a quien pide que, en su ausencia, se encargue de traer agua del río. Cansado de tener que cargar agua con un balde, el aprendiz recurre a uno de los conjuros del brujo y lanza un hechizo sobre una escoba para que haga el trabajo por él. Pero luego no sabe cómo detener la escoba y en poco rato el taller estaba lleno de agua. Preso del pánico, el aprendiz parte la escoba en dos con un hacha, pero cada una de las partes se convierte en una escoba entera, trayendo cada vez más agua. Cuando el taller ya estaba inundado, el viejo hechicero regresa y rompe el conjuro.
La lección del poema es que nunca recurras a poderes que no puedes controlar.
Me acordaba del poema de Goethe este fin de semana, cuando 170 millones de estadounidenses ya no pudieron entrar a TikTok, propiedad de la china ByteDance, tras vencerse el plazo previsto por la ley aprobada el año pasado por el Congreso de Estados Unidos. Según el Gobierno de Biden, es por razones de seguridad nacional, ya que “la recopilación por parte de TikTok de gran cantidad de datos confidenciales la convierte en una poderosa herramienta de espionaje y eso la convierte en una potente arma para operaciones encubiertas de influencia”.
Trump adelantó que lo más probable es que apruebe una prórroga de 90 días en la aplicación de la ley -si ya no lo hizo para cuando lea esta columna- para lo cual tiene que demostrar al congreso que hay un interesado en la compra de TikTok, que no represente una amenaza. Es decir, un americano.
Hace dos semanas, Meta también fue titular de los diarios. Su fundador y director ejecutivo, Mark Zuckerberg, anunció que cesará su programa verificación digital en Estados Unidos, dando marcha atrás en sus políticas de moderación de contenido con las que se embanderó en los últimos años, alegando que “han sido demasiado parciales políticamente y destruyeron más confianza de la que han creado”. El programa de fact-checking de Facebook se lanzó en 2016, para el que trabajaron más de 80 organizaciones a nivel global, avaladas por la Red Internacional de Verificación de Datos, en más de 60 idiomas. En su momento, se argumentó como una medida para promover la inclusión, pero ahora estamos en tiempos de libertad de expresión y combate a la censura.
Todo esto en el marco de un acercamiento de Zuckerberg a Trump, tras incorporar a varios aliados del flamante presidente en su junta directiva y haciendo donaciones millonarias al fondo inaugural del presidente. Por si se olvidaron, Meta había expulsado a Trump de sus plataformas tras el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Aunque la empresa restableció su cuenta a principios de 2023, Trump calificó a Facebook de “enemigo del pueblo”.
No sé ustedes, pero leyendo las noticias me siento el aprendiz del brujo (cómo olvidar la imagen de Mickey Mouse con su bata roja y sombrero azul con estrellitas lideando con la escoba). La diferencia, además de que Mickey es mucho más entrañable que yo, es que acá no parece haber ningún hechicero sabio que venga a romper el conjuro.