El crepúsculo del correísmo

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Se trata de un gobierno brevísimo. Sólo completará lo que resta del mandato de Guillermo Lasso, quien disolvió el Congreso aplicando la cláusula constitucional conocida como “muerte cruzada” ante la inminencia de un juicio político que lo sacaría inexorablemente del Palacio de Carondelet.

Si el mandato presidencial que otorgó es sólo de un año y medio ¿por qué es tan relevante el resultado de este domingo en las urnas ecuatorianas? Porque es la segunda derrota consecutiva del “correísmo”.

Más importante que “quién ganó”, es “quién perdió”, y quién perdió, Luisa González, era la candidata del volcánico ex presidente Rafael Correa.

El correísmo y su instrumento político, el Movimiento de la Revolución Ciudadana, ganó todos los comicios presidenciales hasta que, en el 2021, Guillermo Lasso, quien representa al país económicamente liberal cuyo eje es Guayaquil, venció en el ballotage al candidato de Rafael Correa: Andrés Arauz.

Ahora, la candidata puesta por el dedo elector del ex presidente izquierdista, ha sido derrotada por alguien cuyo apellido representa, como el de Guillermo Lasso, al empresariado que aboga por la libertad de mercado y el fomento de la inversión privada por sobre el sector público y la inversión estatal.

Rafael Correa comenzó a perder el formidable poder construido durante sus tres mandatos presidenciales, cuando Lenin Moreno, ex vicepresidente y candidato presidencial de Revolución Ciudadana para mantener al correísmo en el poder, comenzó a alejarse de su mentor ni bien entró a Carondelet, y terminó convertido en un anti-correísta furibundo.

Cuando Correa ganó su primera elección ya era conocido como ministro de Economía de Alfredo Palacio, el vicepresidente que se convirtió en presidente por el derrocamiento de Lucio Gutiérrez en el 2005. Las presidencias del tempestuoso nuevo líder de la izquierda, alinearon Ecuador con el venezolano Hugo Chávez y el boliviano Evo Morales. Fue un presidente de perfil autoritario que estigmatizaba y agraviaba a sus críticos y opositores, pero también fue quien por más tiempo retuvo el apoyo mayoritario, dando a Ecuador el primer gobierno que conseguía cuatro mandatos en las urnas, aunque el cuarto fue el de Lenin Moreno, quien empezó a poner fin al dominio de su propia fuerza política y de su máximo líder.

Las últimos dos elecciones remarcan que Correa tiene la primera minoría, pero en los ballotages encuentra la mayoría que rechaza su liderazgo agresivo y políticamente radical, hasta el punto de unirse en torno al candidato que sea para impedirle al correísmo el retorno a la presidencia.

Noboa logró en su primer intento lo que su padre fracasó cinco veces al intentar conseguir. La diferencia entre el joven presidente y su padre, el poderoso empresario bananero Alvaro Noboa, está en la inteligencia y la moderación.

Daniel Noboa entró al proceso electoral siendo un desconocido. El asesinato del candidato anticorrupción Fernando Villavicencio puso en el centro del escenario a su sucesor en la candidatura, Christian Zurita. Las otras figuras conocidas eran el dirigente indigenista Yaku Pérez y la candidata correísta Luisa González, por haber ocupado varios cargos de visibilidad en los gobiernos de Rafael Correa.

Pero Noboa fue el más inteligente en el debate presidencial y destacarse lo catapultó al ballotage. Por eso su triunfo le pertenece exclusivamente a él.

La pregunta es si podrá, en sólo un año y medio de gobierno, solidificar su base de apoyo popular y quedar posicionado para ganar la elección del 2025.

El presidente más joven de la historia de Ecuador tiene un apenas puñado de meses para probar que su capacidad para debatir y proponer ideas se replica en capacidad para gobernar y liderar.

Si lo logra y gana la cercana próxima elección presidencial, el correísmo y su temperamental líder, Rafael Correa, habrán entrado definitivamente en una etapa crepuscular.

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Claudio Fanitni

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