Será que Donald Trump está revolucionando el mundo, como un Gengis Khan posmoderno. Difícil contestarlo. Hoy miércoles 2 a la tarde le anunció su catálogo cotidiano de castigos. Se añadirán a los de la pasada semana, el mismo que junto al resto de los penados, aguardaremos sumisos los del mes que viene. Como un buen Mussolini, adelantado la quijada y entrecerrando la mirada, el Emperador, anunció al planeta, que desde hoy, sus productos, se cotizarán en los EE.UU., un 10% más caro. Lo mismo había hecho con el aluminio, el acero, y el cognac francés. Igual hará el miércoles próximo con cualquier artefacto del ingenio humano. Incluyendo las ideas, particularmente las científicas. Desde la manteca a las aspirinas, la ternura, el valor, la igualdad, la libertad y la fraternidad, todo será caro. Y por supuesto, más aún, toda cosa amarillenta con aroma oriental.
La culpa la tiene el fentanilo y la inmigración. Mientras ello ocurra el Emperador seguirá decretando impuestos al mundo. Sin contar mejicanos y ahora canadienses, todos somos culpables, salvo que aprobemos su apropiación de Groenlandia, un hielo flotante que piensa transformar en una torta de crema y fresa con estrellitas atómicas. Allí su amigo Elon Musk fundará entre nieve y esquimales, una fábrica de autos, para bien de los norteamericanos, por primera vez a salvo de amenazas polares. También para los argentinos que conducidos por su infatigable Javier Milei, primo de sangre del inmortal Maradona, gozarán de una parte del trofeo, consagrando el igual destino de ambos feudos. El canal de Panamá, el golfo de América (ex Méjico), el mate, el dulce de leche, y a lo mejor las Malvinas, todo en conjunción; Paz universal sin guerra ni cementerios.
Casi me olvido de los ucranianos, desaforados sujetos que atacaron las sagradas tradiciones rusas, se dispararon drones propios y perturbaron la convivencia universal. Y lo que es peor, desconociendo la grandeza del pequeño Putin, otro emperador universal, casi a la misma altura del Inefable, si se sube a una sillita, que puede ser sugerida pero no enfatizada. Discreta, que no haga sombra. Con estas diminutas medidas más alguna minucia se arreglará el mundo para gloria de su nuevo Emperador, reconocido por el mundo por su impar esplendor. “Make America great again y de Gaza un esplendoroso balneario”, será una pieza ejecutada por la filarmónica de Nueva York en el solemne acto del entierro de Europa. Era hora que ese confín de arcaismos descanse en paz.
Antón, Antón Pirulero, cada cual que siga su juego, pero viva en su guarida. Por fin, luego de gastar tiempo, -¿que otra cosa fue la historia?- llegaremos al mundo que merecemos. El de cada uno sin molestos inmigrantes. Basta de globalizaciones, agencias internacionales, valores compartidos, humanidades, democracias, vacunas, virus, medicinas baratas, pestes, gays, trans y lesbianas universitarias. Cada cual con su sexo que se ve promoviendo sus intereses, cuidando el barrio, sin modificaciones climáticas imposibles. Nacimos para nuestro crecimiento personal y la solidaridad es un chiste para joder yankees. Como dijo el tejano Nietzche. Viva, viva, el nuevo mundo. El de Trump, Musk, Milei, millonarios, cowboys de Oklahoma, derechas insolidarias y wasp domadores de búfalos. Sin estado, olorientos marginados o repugnantes izquierdosos.