En ocasiones, las cifras dicen mucho más de lo que a simple vista muestran. Y esto acaba de suceder con los resultados del censo de 2023, proporcionados por el INE.
El primer dato que sorprendió fue que la población del Uruguay araña los tres millones y medio; por tan solo quinientos cuarenta y nueve personas no llegamos al número redondo. En la información proporcionada por INE, no se discrimina cuántos somos orientales y cuántos extranjeros. Sí sabemos que hoy somos casi ochenta y siete mil habitantes más que en 2011, cuando se realizó el anterior registro.
Los datos pusieron al descubierto cuáles son los departamentos que ganaron población y cuáles fueron los que perdieron habitantes. Los números confirman la presunción que uno podía tener. Es así que se confirmó que Montevideo perdió, en los últimos doce años, el 5 por ciento de su población, algo más de setenta y dos mil quinientos individuos.
A esta altura, no hay que ser un experto para comprender por qué los montevideanos se marchan de la capital del país. Basta con ver qué departamentos ganan habitantes para confirmar las razones del éxodo de la Muy Fiel y Reconquistadora. Y allí nos encontramos con que Maldonado incrementó su población en un veintitres con siete por ciento, ganando cuarenta mil ochocientos habitantes, (seguramente un porcentaje importante de los mismos sean argentinos). Canelones es el segundo departamento que suma población (13,5 por ciento). Le sigue Rocha (9,8 por ciento) y, con un porcentaje casi idéntico (5 por ciento), San José, Colonia, Salto y Durazno.
Vivir en Montevideo se ha vuelto una pesadilla. Y, si no, pregúntenles a los habitantes de los treinta barrios de la ciudad inundados por estas horas ante la basura por el paro de ADEOM.
Castigados por una carga impositiva sideral para alimentar una burocracia perversa y financiar las campañas electorales del inquilino de turno en el Palacio Municipal, y sin recibir servicios a cambio, quien puede se marcha. ¿A dónde se van? A Maldonado, a los barrios privados o la costa de Canelones, a San José o a Colonia del Sacramento.
Alcanza con visitar cualquiera de los departamentos mencionados, para comprobar cómo gestionan o lo han hecho sus intendentes y alcaldes, sus ciudades y localidades.
No hay misterio: simplemente cumplen con las funciones y prestan los servicios que les mandata la ley y de forma adecuada. Esto es: limpieza, asfaltado, tránsito, alumbrado y saneamiento; así de sencillo.
Quienes pueden marcharse de Montevideo buscan vivir en lugares agradables no solo por su paisaje, sino también porque están hartos de que los castiguen con la falta de servicios y el ajuste caprichoso de tasas e impuestos. Se marchan decepcionados porque en las últimas tres décadas y media han visto desfilar a dos intendentes: Tabaré Vázquez y Mariano Arana, sin que solucionaran los problemas de la ciudad y a cinco heladeras (Erlich, Olivera, Martínez, Cosse y Zunino) que han destrozado, abandonado y quebrado financieramente a una ciudad que supo ser muy hermosa.
La vida es sueño y los sueños, sueños son, escribía Calderón de la Barca en 1636. ¿Quién iba a decir que 4 siglos después, el FA, en Montevideo iba a aplicar al pie de la letra sus versos?