El inventor del terrorismo global

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Claudio Fantini.
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Azza Ahmed murió de hipotermia atrapada entre los escombros que causó un bombardeo norteamericano, porque se negó a pedir ayuda y se mantuvo en silencio para que los hombres que rescataban víctimas del ataque no la vieran sin el velo que debía cubrir su cabello.

Era la primera esposa y madre de seis hijos de Ayman al Zawahiri y, según esa versión sobre su muerte en el 2001, expresaba a su modo el nivel de fanatismo religioso que su marido había canalizado a través del terrorismo.
También al líder de Al Qaeda lo mató un ataque norteamericano. Al Zawahiri ocupaba una coqueta residencia en el barrio de clase alta de Kabul que había habitado Rashid Dostum, poderoso jeque miliciano de la minoría uzbeka.

Ordenando el ataque que mató al jefe terrorista, Joe Biden compensó en alguna medida la imagen bochornosa que dejó la retirada norteamericana de Afganistán.

En aquel momento, el presidente demócrata dijo que Estados Unidos no renunciaba a luchar contra el terrorismo en territorio afgano, explicando que para esa lucha ya no se necesita tener tropas allí. Pues bien, la exitosa cacería de Aymán al Zawahiri confirma lo anunciado por Biden, además de romper el acuerdo de Doha, alcanzado en el 2020 por Trump con los emisarios talibanes.

No está claro cuánto poder de acción tiene Al Qaeda hoy, pero está claro que Al Zawahiri fue el creador, junto con Osama Bin Laden, de esa organización que marcó de manera trágica el inicio del siglo XXI, y fue quien diseñó el terrorismo global y sus golpes más devastadores.

El millonario saudita encabezaba Al Qaeda por su carisma y por el misticismo que irradiaba su personalidad, pero el médico egipcio que lo secundó desde el comienzo fue el gran organizador de ese salto que dio el terrorismo.

Osama Bin Laden, además de líder carismático y místico, era el cerebro financiero de Al Qaeda, mientras que Al Zawahiri era quien diseñaba las tácticas y las estrategias, además de organizar las acciones terroristas.

El terrorismo global surgió cuando, inspirado en la base datos en la que registraba nombres y direcciones de los yihadistas de decenas de países que habían reclutado para combatir a los soviéticos en Afganistán, Al Zawahiri ayudó a Bin Laden a concebir la estructura de “células dormidas” esparcidas por el mundo a modo de metástasis de altísima letalidad, que entran acción exterminadora al recibir una orden de la neurona central de Al Qaeda. Esto implica que el terrorista que acaba de ser abatido en Kabul fue el creador propiamente dicho del “terrorismo global”.

También habría sido Al Zawahiri quien organizó los sangrientos atentados contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar el Salam en 1998, el certero ataque contra el buque militar USS Cole en un puerto de Yemen en el 2000, así como también el primer y único atentado terrorista que alcanzó el nivel de genocidio: el lanzamiento de aviones de pasajeros sobre las torres gemelas de Manhattan y sobre el Pentágono, en Washington, el 11-S del 2001.

No está claro qué real peligrosidad conservaba Aymán al Zawahiri, quien llevaba años oculto. Era más fácil imaginarlo habitando las cuevas de la cordillera del Hindu Kush, en el intrincado Tora Bora o en algún otro rincón inhóspito de la extensa frontera entre Afganistán y Pakistán. Pero estaba viviendo en una casa y en una zona urbana tan coquetas como la casa en la que nació y creció en el selecto barrio cairota de Maadi.

El fanatismo político-religioso que había abrazado cuando ingresó a la Hermandad Musulmana, la organización fundamentalista egipcia que inspiró a todas las agrupaciones fundamentalistas de Oriente Medio, devino en adhesión a la violencia cuando el régimen nasserista ejecutó a Sayyb Qutb, el ideólogo más radicalizado de los Hermanos Musulmanes.
La onda expansiva de aquella ejecución generó el movimiento yihadista que asesinó al presidente Anuar el Sadat en 1981. En esos marasmos amasó su ideología Aymán al Zawahiri, la visión del Islam y del mundo que lo llevó a Afganistán para atender a los mujaidines que caían heridos combatiendo a los soviéticos.

Su última gran invención en materia organizacional fue el sistema de franquicias que convirtió en socios de Al Qaeda a terroristas asiáticos, iraquíes, sirios, nor-africanos y subsaharianos.

Más tarde, la muerte de Bin Laden en Abbottabad lo convirtió en el máximo líder de Al Qaeda.

Todo parece indicar que el regreso de los talibanes al poder lo hizo confiar demasiado y llevar una vida relajada en Kabul, olvidando que Joe Biden se había comprometido a cazarlo donde fuese detectado por los agentes de inteligencia. Por eso terminó muriendo por un ataque norteamericano, como había muerto su esposa entre los escombros que dejó un bombardeo ordenado desde Washington, sin pedir ayuda para que los rescatistas no la vean sin su velo islámico.

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