El libre comercio en retirada

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Una visión sintética del período que va de 1815 (con la derrota definitiva de Napoleón) a 1914 (comienzo de la Primera Guerra Mundial) permite apreciar un formidable incremento del comercio internacional, del producto de los países y del nivel de vida da las personas para buena parte del planeta (incluido nuestro país y Argentina, por ejemplo).

Como señala el historiador Willian Ashworth: “El sistema económico pudo abarcar a todo el planeta y ensanchar su actividad; de tal manera, el mundo se enriqueció a un ritmo hasta entonces insuperado y sin trastornar su estabilidad”. La descripción de otro historiador, A. J. P. Taylor, puede servir para ilustrar el grado de movilidad que tenían bienes, capitales y personas en el planeta antes de la Primera Guerra Mundial: “Hasta agosto de 1914 un inglés razonable y respetuoso de la ley podía pasar su vida sin apenas notar la existencia del Estado, más allá del correo y la policía. Podía vivir donde quisiera y como le placía. No tenía ningún número oficial de cédula de identidad. Podía cambiar su moneda por cualquier otra divisa sin restricción o límite alguno. Podía comprar bienes de cualquier país en el mundo en los mismos términos que compraba bienes en su país”.

Pese a los logros del capitalismo liberal su retroceso era evidente a comienzos del siglo XX. Dos acontecimientos de naturaleza distinta, la guerra del 1914 y la crisis del 1929, potenciados desde el mundo de las ideas por el keynesianismo, le darían confirmación a los nuevos y equivocados rumbos. La Primera Guerra Mundial condujo por la dura vía de los hechos a un abrupto corte de las principales rutas comerciales. La experiencia de 1914-18 fue contundente en este sentido: significó el golpe más importante al nivel de vida de los europeos desde los comienzos de la revolución industrial.

En el lúcido análisis de Winston Churchill: “Así como el fascismo surgió del comunismo, el nazismo se desarrolló a partir del fascismo. De este modo se iniciaron esos dos movimientos similares, destinados a sumir al mundo en conflictos más espantosos todavía, que no se puede decir que hayan acabado con su destrucción”.

La crisis de 1929 fue otro acontecimiento que atentó contra la libertad de comercio, aunque por razones distintas. La gran crisis del capitalismo comenzó con el colapso de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre y se extendió rápidamente por todo el mundo (salvo a los países del bloque comunista). En Estados Unidos el desempleo pasó del 3% al 25% en 1933. Al propagarse la crisis a nivel internacional la reacción de cada país fue acudir a aquellas medidas de política económica que pudieran conducir a una rápida reactivación, aunque notoriamente fueran malas en el largo plazo. Se recurrió a la intervención del Estado en la economía, con un aumento exponencial de la regulación y de la acción directa y, en cuanto al comercio exterior, al aumento de los aranceles, las barreras paraarancelarias y la creación de organismos destinados a controlar las importaciones, las exportaciones y los tipos de cambio.

El nuevo escenario que deparó la guerra y la respuesta de política económica equivocada a la crisis del 29 cerraron el exitoso período en que el libre comercio predominó en buena parte del mundo. El keynesianismo, como veremos la semana que viene, sólo empeoró las cosas.

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Fuente: EFE
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