Su imagen nos mira con una expresión inteligente, levemente sonriente y socarrona, desde los billetes de 100 dólares. Fue el más viejo y quizás el más sabio de los padres fundadores. El anteúltimo de diecisiete, nació en Boston, 26 años antes de George Washington.
Su padre con su mujer emigro de Inglaterra, con varios hijos. Se asentaron en Massachusetts. Años después, enviudó y volvió a contraer matrimonio esta vez con su madre. Todos eran de raíces puritanas, muy trabajadores. Su padre con cierto éxito se dedicó a fabricar jabón y velas, cosa que le permitió alimentar y educar a su numerosa prole. Era fuerte, de buen carácter y mejor salud. Le gustaba la música y en ratos de ocio tocaba el violín. Su madre era descendiente de los primeros peregrinos que llegaron a costas americanas a bordo del Mayflower en 1620.
De chico Franklin, mostró gran afán por la ciencia. Aprendía con gran facilidad. Su padre temió que, dada la inquietud la Franklin, se fuera a embarcar como marinero, para conocer el mundo. Sus recursos no le permitían seguir pagándole estudios, así que el adolescente fue derivado en ayudar a un hermano mayor, que había adquirido una impresora. Así comenzó su camino de publicista y redactor. Ya, a los 18 años y por sus propios medios, viajó a Inglaterra a aprender bien el oficio de impresión, volviendo dos años después y llevar a la práctica, sus conocimientos. A los 23 compró una gaceta en Filadelfia, entonces el centro cultural de las colonias, la cual convirtió en un periódico relevante y lanzando al mercado un popular y rentable almanaque. Imprimió papel moneda para las colonias. Además de publicista, redactor y articulista con distintos seudónimos sobre variados temas, se dedicó a perseguir sus inquietudes de inventor. Diseñó, estufas y hornos de hierro que fueron populares y se hizo rico. Estaba fascinado por la electricidad, una fuerza recién conocida, descubriendo que tenía polos positivo y negativo. Inventó el pararrayos, para evitar incendios. Hablando a propósito de eso, fundó el primer cuerpo de bomberos para la ciudad de Filadelfia. Leía profusamente, sobre historia, filosofía, física y como hombre práctico inventó lentes bifocales para los anteojos; además de organizar y fundar la biblioteca de Filadelfia. Jugaba al ajedrez -era un experto en el tema y escribía tratados sobre ello. Un personaje siempre en acción y con el don de la ubicuidad. Se casó. Fue invitado a la masonería y terminó siendo gran maestre de la orden. Fundó una sociedad para promocionar el fin de la esclavitud… ya volveremos sobre eso.
De viaje de negocios en Inglaterra, mientras pactaba una concesión, se enteró que se había despertado, en su ausencia, un clima revolucionario. Decidió volver cuanto antes y echó su suerte con los patriotas, participando activamente en la redacción de la Declaración de la Independencia, la Magna Carta y en los acuerdos logrados en la Asamblea Nacional.
Fue enviado (en busca de apoyos políticos y dinero para financiar la compra de armas, etc.,) a Suecia y cuando Francia le permitió, se trasladó a París como el primer embajador norteamericano a ese reino, y pactar su importantísima alianza, para lograr su ayuda. Allí, fue muy popular en la corte, por su aire democrático, agudo ingenio, inteligencia y cultura como también por haber desechado la peluca, siendo calvo. Años más tarde, participo en las negociaciones de armisticio y finalmente de paz con GB que tuvieron lugar en París, donde lo consideraban el Voltaire americano.
Entrado en edad, pero alerta y atento a desafíos, trato de dar una mano para resolver el gran tema taboo de la nueva gran nación: la emancipación de los esclavos africanos.
Los dos grandes documentos que se labraron durante la gesta revolucionaria hablan de igualdad, justicia y libertad pero evitan abordar el terrible tema que se cernía sobre la nación. La esclavitud, el cáncer que padecía la sociedad americana. Parte de ella no gozaba ninguna de las libertades con las que se llenaban la boca los constituyentes. Muchos eran inconscientes sobre la dicotomía, había cínicos y aquellos que querían cambiar la situación y emancipar a estos pobres que en algún momento fueron secuestrados y transportados en cadenas para ser subastados en Charleston, SC. convertidos en semovientes, propiedad de unos señores que podían disponer de ellos, separar sus familias, como en un rodeo, venderlos al mejor postor, castigarlos, marcarlos y matarlos.
Los EEUU estaban divididos sobre el tema. Franklin, Adams, Hamilton, Monroe, eran abolicionistas mientras que Washington, Jefferson y Madison estaban en contra de la abolición. No eran como Calhoun, Jackson y Aycock, acérrimos supremacistas. Creían que este debía ser un proceso gradual. El momento no era propicio. Priorizaban la Unión. Temían las consecuencias económicas y políticas de tal paso.
El 11 de febrero de 1790, no había pasado un año de cuando empezó a sesionar la cámara de representantes -bajo la flamante Constitución- que estallo lo primera crisis sobre la cuestión. Dos cuáqueros de Nueva York, presentaron una moción (a la cual se añadieron varios representantes) exigiendo la emancipación de los esclavos. Tamaña iniciativa produjo un tremendo revuelo en la cámara y fuera de ella. Madison logró contener la arremetida, mandando la propuesta a comisión, con intención de enterrarla.
Pero el tema no se iba y entonces ¿qué hacer? Se decidió apelar al liderazgo de Benjamín Franklin, el único que se acercaba a Washington en prestigio. Franklin ya estaba viejo y enfermo pero decidió tomar el desafió, intentando persuadir a la gente con la pluma. En un escrito de gran difusión, comparó los argumentos tan similares entre lo que proponían James Jackson, de Georgia y Sid Mehemet Ibrahim, gran pirata argelino, años antes. Este último justificaba la necesidad de mantener a los blancos (cristianos) como esclavos, por considerarlos una raza inferior etc., con el mismo razonamiento del sureño, pero aplicado a los negros. ¿No sería un plagio?
Esta última manda (la abolición) le llego tarde. Murió dos semanas luego de publicada esta irónica nota.
Nota: EEUU - Población total - 3.140 200 incluyendo 694 300 esclavos. Censo 1790.