La semana pasada, el mismo día que en la casa del Partido Colorado se celebraban los 40 años de democracia con la presencia de los presidentes de esos años aún con vida, ese mismo día, declaraba Lucía Topolansky en un juzgado por sus afirmaciones de conocer casos en que testigos habían dado falsos testimonios al juez para perjudicar a determinados militares.
Nuestro país está todavía cursando un necesario proceso de reconstrucción de sus valores republicanos. La celebración aludida en casa del Partido Colorado fue un episodio de ese proceso. La presencia de Topolansky en el juzgado también. La reconstrucción de esos valores se ha hecho bajo dos consignas: justicia y verdad. En otros países se tomó otro camino, como en Sudáfrica, a impulsos y bajo la guía de Mandela y Desmond Tutu. De la justicia me ocuparé en otro momento: hoy me voy a referir a la verdad.
La verdad, como dice Harari en su último libro “suele ser dolorosa e inquietante: si intentamos hacerla más reconfortante y favorecedora ya no será verdad”. En nuestro ajuste de cuentas con el pasado -aquel de 40 años atrás- hay una falta de verdad muy dolorosa que es el no contar con información sobre los cuerpos de aquellos uruguayos que fueron llevados a un cuartel y no salieron nunca más. Formé parte de la Comisión Honoraria pro Monumento a los Desaparecidos: aprobamos un proyecto que está hoy en la ladera del Cerro y contiene la treintena de nombres de los desaparecidos en Uruguay.
Pero también en ese camino hacia la verdad hay sinuosidades (por llamarlo de alguna manera): se ha fabricado un relato de que lo que sucedió en aquel pasado nacional oscuro fue un levantamiento militar y contra él se levantaron en armas los tupamaros que, a raíz de su derrota, fueron encarcelados y maltratados brutalmente. Es decir, un relato confeccionado para establecer los bandos: el bando de los malos y el de los buenos. Vuelvo a Harari: “Al igual que la mitología la burocracia tiende a sacrificar la verdad en aras del orden”. Ese relato “ordenador” de ninguna manera puede servirnos. Hay que agregar otros datos, (por ejemplo lo que Topolanski dice que sabe).
En el año 2024 el ministro de Defensa era el senador Javier García; él encontró en el Ministerio información sobre la lucha antisubversiva (porque hubo subversión armada ¿no?) y avisó que la abriría a disposición de todos. No faltaron quienes levantaran la voz en contra de la apertura de esos archivos, entre ellos Fernando Pereira (los cuales archivos, digo de paso, allí estuvieron guardados y ocultos cuando los ministros de Defensa eran de los gobiernos frenteamplistas). La verdad que hay que saber -y una vez sabida, difundir- es toda la verdad.
Una celebración como la que tuvo lugar en la sede del Partido Colorado tiene el enorme efecto positivo que tuvo porque allí, sobre el mismo estrado, estaba Mujica que luchó con las armas contra un gobierno del que Sanguinetti era ministro: con esos dos pasados sobre las espaldas ahora juntos para recomponer lo que Jorge Batlle llamaba el alma nacional.
Es digno de encomio el proceder que no busca retocar las fotos del pasado (política que, sabemos, era muy usada en la Unión Soviética) y seguir abiertos a toda la verdad, sin manipular la que tenemos y sin dejar de buscar la que nos falta.