El orden espontáneo

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El comienzo de 2024 nos brinda una buena oportunidad para retomar el análisis de La Riqueza de las Naciones. En artículos previos, nos habíamos referido a la importancia que Adam Smith otorgaba a la división del trabajo como forma de incrementar la productividad de la sociedad y sobre el rol de la célebre “mano invisible” que, aunque ha tenido numerosas interpretaciones -la mayoría descarriadas-, ha sido consagrada como la metáfora universal del libre mercado.

Si Smith se hubiera limitado a describir el funcionamiento de una sociedad de mercado (comercial, como la llamaba él mismo), nadie le habría llamado el padre de la economía. El asunto es que Smith descubrió un orden, vale decir, una forma de funcionamiento de la sociedad en el terreno económico, que chocaba con lo que se pensaban sus contemporáneos, tanto por su experiencia histórica como por el avance del racionalismo entre los intelectuales del siglo XVIII.

Cuando Smith afirma que cuando una persona “al perseguir su propio interés, frecuentemente, fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo” y más aún cuando argumenta “nunca he visto muchas cosas buenas hechas por los que pretenden actuar en bien del pueblo”, se está enfrentando al mercantilismo que aún vivía en su época tanto como a la mentalidad racionalista que solo puede comprender un orden social, si es diseñado e implementado desde arriba hacia abajo por el poder.

Smith piensa que, cuando las personas actúan libremente, se desata un proceso de cooperación social mucho más vigoroso para mejorar el bienestar general que el que brindaría un gobierno todopoderoso, siguiendo un plan determinado. Asegurar que este sistema de libertad, además, conlleve un orden y no conduzca al caos era eminentemente revolucionario. Por cierto que esto requiere algunas condiciones adicionales, como la de que esta libertad sea la que había pregonado Locke, que es la libertad bajo la ley, vale decir, un sistema de derechos y garantías que protejan el goce de esa libertad: “Este esfuerzo, protegido por la ley y que gracias a la libertad se ha ejercitado de la manera más provechosa, es lo que ha sostenido el desarrollo de Inglaterra hacia la riqueza y el progreso en casi todos los tiempos pasados, y es de esperar que lo siga haciendo en el futuro.”

Smith, como veremos en otros artículos, no era antiestatista, en tanto entendía que el Estado debía llevar adelante algunas funciones fundamentales para que la economía funcione adecuadamente, pero sí entendía que les correspondía a las personas y la sociedad civil el papel clave en el incremento del bienestar y que el Estado muchas veces lo retardaba antes que impulsarlo. El siguiente pasaje es representativo de su visión: “El esfuerzo de cada individuo para mejorar su propia condición, cuando se ejerce con libertad y seguridad, constituye un principio tan poderoso que por sí mismo y sin ninguna asistencia, no solamente es capaz de llevar a la riqueza de la sociedad, sino de vencer las obstrucciones impertinentes con las que a menudo entorpece su funcionamiento la locura de las leyes humanas.”

Smith se ganó su lugar en la historia por este descubrimiento, asimilable al de Newton en la física y al de Colón en la geografía.

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