El Pato Donald y los Chicos Malos

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Hoy quiero hablarles a los de mi generación, a los cincuentones, que éramos menores en la dictadura, a muchos que no llegamos a votar el verde y el amarillo. A mis compañeros de clase, que unos vivían en un apartamentito del Banco Hipotecario y otros veraneaban de diciembre a marzo en Punta del Este. A los “tragas” y a los vagos, a los idealistas y a los pragmáticos. Pero, en especial, hoy quiero hablarles a aquellos compañeros de la vida que siempre han votado al Frente Amplio. Y tengan bien claro, que se me vienen a la cabeza muchos más frenteamplistas que blancos. De hecho, como montevideano, la probabilidad me lo confirmaba año tras año.

A la distancia, puedo comprender a los revolucionarios que querían alcanzar el poder por las armas, porque era el único camino que veían. Puedo comprender al suicida, es la única salida que encuentra. No son tontos, ni cobardes, ni valientes, ni enfermos, es la única salida que ven.

Pienso en amigos de izquierda, en Anita o Gabriel, cada uno en su vida dando lo que pueden dar a los demás, honestos, íntegros y fieles votantes del Frente Amplio. Los quiero y ellos me quieren. Los conozco y me conocen. Luego de tantas horas compartidas, no podemos decirnos ni “zurdos” ni “fachos”, no me pueden acusar de “oligarca”, como yo no puedo tildarlos de “populistas”. No podemos, ni queremos, descalificarnos así.

El pato Donald no era de izquierda ni de derecha, ni explotador ni explotado. Nos acompañó varios años en nuestra infancia, generalmente refunfuñando, pero cálido y siempre cuidando de sus sobrinos. A Hugo, Paco y Luis, yo los diferenciaba por los colores. Seguramente, Donald los reconocía en blanco y negro. Es lo que da la proximidad, el “prójimo”.

Desde este lugar, es que quiero decirles a Anita o Gabriel, que la única salida no es votar al Frente Amplio. Que en el Partido Nacional también hay “tragas” y vagos, idealistas y pragmáticos, derechos y traidores, contentos y amargaos, pero NO es lo mismo.

Hasta el mes pasado, escuchaba a varios periodistas que era más trascendente el resultado del plebiscito de la Seguridad Social que la elección nacional. La llevo. De manera análoga, ahora aparecen los militantes del Uruguay de la medianía, del statuo quo perenne, de la sociedad amortiguada y amortiguadora. Queridos Anita y Gabriel, no es lo mismo quién gana las próximas elecciones. En esta penillanura, si no queremos y si no nos lo proponemos, nada cambiará radicalmente o lo suficientemente rápido como para no empobrecernos. No es lo mismo para este Uruguay. Ni para los próximos cinco años, ni para los próximos treinta.

Podría repasar los logros alcanzados y todas las propuestas planteadas, pero así no convenzo ni a Anita ni a Gabriel. Lo he intentado, así no los convenzo. Logramos más empleo, más salario real, bajar impuestos, bajar la informalidad, reformar la Seguridad Social y la educación, bajar delitos… no los convenzo. No dilapidamos recursos públicos, ni usamos las tarifas para recaudar, pero no los convenzo.

Nada de lo que auguraban los detractores de la LUC sucedió. Vivimos en un país dónde las personas somos un poco más libres y prósperas, pero no los convenzo.

Hace varios años, aprendí que en política es igual que con los hijos. No se convence al otro solamente con razones, con evidencias o con datos. Se los convence con el ejemplo, con las renuncias, con las apuestas que aceptamos en nuestras vidas. Sobre todo, se los convence con la confianza mutua. En el fondo de mi corazón, seguiré creyendo que la amplísima mayoría de los ciudadanos queremos construir un país mejor. Cada cual, eligiendo su camino, desde la

opción por donde se sienta llamado, nada de eso hará quererlos ni un poquito menos, pero no es lo mismo a quién votar.

No es lo mismo querer cambiar al ser humano, partiendo de la base de que estamos alienados, que, asumiendo su libertad, hacer lo mejor posible entre todos. No es lo mismo partir de la base de que estamos en una lucha de clases que de simplemente reconocernos limitados, egoístas, trascendentes, serviciales y contradictorios en sí.

Para los que creemos que la religión no es el opio de los pueblos, sólo podemos construir el reino de dios partiendo de nuestras limitaciones y contradicciones. Para los que piensan que la religión sí es el opio de los pueblos: Todos tenemos algo de Pato Donald, mediocres, queribles, entregados y egoístas. Ojalá todos también tengamos algo de Tío Rico: ambición, alegría, prosperidad, futuro. Ambos tienen esperanza de un mejor mundo, caminemos hacia él. Pero NO es lo mismo ese caminar desde la base de la descalificación del otro, que partiendo de la base de que sentimos, pensamos y amamos de manera diferente.

No podemos seguir toda la vida jugando el rol de Los Chicos Malos, intentando arrebatarle las monedas de oro a Tío Rico. Si por un momento, Los Chicos Malos viesen el esfuerzo, ahínco y decisión que tuvieron para quedarse con algo de la fortuna de Tío Rico, comprenderían que, si se embarcaban en cualquier otra empresa, hubiesen sido igual de ricos que él.

No es lo mismo. Por lo tanto, este próximo domingo 24, les pido a Anita y Gabriel, que confíen en mí y que apuesten. Lo mejor está por venir, pero NO es lo mismo votar a una coalición encabezada por el Partido Nacional, que a otra liderada por el MPP. Les pido el voto por la coalición de la libertad.

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