Se presenta el coordinador del programa del Frente Amplio (FA) en televisión, y preguntado sobre costos y financiamiento de las principales medidas sociales anunciadas para un gobierno de izquierda, responde que no las conoce pero que hay que quedarse tranquilo porque están calculados y todo es financiable. Nadie aludió, sin embargo, a lo definido en las bases programáticas (BP) del FA acerca de la transformación del sistema tributario que fortalecerá “la imposición a la renta, al gran capital y al patrimonio”.
Se presenta el candidato a presidente del FA ante empresarios en Buenos Aires y no termina de confirmar si dará marcha atrás con la prohibición de la ocupación de los lugares de trabajo definida por la ley de urgente consideración. Señala que el Uruguay va a seguir funcionando y que la inversión extranjera seguirá siendo fundamental. Nadie hizo mención a lo planteado por las BP del FA acerca de los aumentos de imposición a la renta y gran capital. Ni tampoco se señaló la decisión de las BP de conformar un sistema de alquiler social regulado en precios, plazos y renovaciones, paralelo al actual, que se complementará con un parque de viviendas de propiedad estatal para alquiler social y que, en conjunto, cambiarán radicalmente las reglas de juego del mercado inmobiliario, ese que en los últimos cinco lustros recibió cientos de millones de dólares de inversiones argentinas.
Así sea que el plebiscito por la seguridad social no alcance la mayoría en octubre, el diálogo sobre seguridad social fijado en las BP del FA señala en este tema dos dimensiones claves: “se deberán generar las condiciones para el acceso a la jubilación a los 60 años de edad”; y se buscará reformular el sistema de seguridad social con tres pilares, uno de los cuales es el de “ahorro no lucrativo”, es decir, eliminando las actuales Afaps.
Toda la elección en Venezuela mostró hasta qué punto el FA está alineado con el poder dictatorial de Maduro. Orsi incluso fue irónico con relación al verdadero “soft power” de Uruguay, el país que quiere presidir, cuando se burló del peso que podía llegar a tener internacionalmente una crítica de nuestra cancillería en foros internacionales sobre la deriva autoritaria de Caracas. Fue evidente, además, su alineamiento radical con la posición de Lula en esa coyuntura; y es notoria la posición mercosurista del FA, que de ninguna manera avanzará en abrir mercados internacionales de manera bilateral en procesos que incomoden a Brasilia: de ganar Orsi pues, se apostará al regionalismo del Mercosur y se bloqueará cualquier iniciativa de apertura bilateral comercial soberana.
El FA explicita claramente en sus textos y en sus acciones lo que hará si gana el gobierno: aumento de impuestos; cambio de reglas de juego en mercados que reciben grandes inversiones; cambios en el sistema previsional con jubilaciones a los 60 años y sin las Afaps; y encierro regional con seguidismo a Brasilia. Sin embargo, muchos decidores económicos, e incluso varios analistas afines al oficialismo, que entienden realmente poco de política y que ni siquiera parecen leer lo que los claros documentos del FA señalan, afirman que si ganase el FA no habría cambios radicales.
La conclusión es tan vieja como evidente: no hay peor ciego que el que no quiere ver.