El regreso de las vacaciones suele hacer ver todo con un mejor tono. Pero algún malintencionado nos arruinó el arranque al enviarnos una nota del informativo de TV Ciudad (!) con la diputada Lilián Galán del MPP. Allí, la aguerrida legisladora aprovecha el anuncio de que el presidente Lacalle Pou colaboraría tras dejar el cargo con el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), para disfrazarse de Salle y hacer una denuncia estrafalaria.
Afirma que el CED integra una megaconspiración global de la derecha, y “es parte de una alianza estratégica internacional llamada Red Atlas donde se encuentra, entre otras, la Sociedad Mont Pelerin, del cual fue parte Friedrich Hayek quien ha estado vinculado a Margaret Thatcher, Ronald Reagan e incluso Augusto Pinochet”. También lo vinculó con un instituto brasileño (que acá nadie conoce) al que acusa del impeachment que sufrió Dilma en 2018 tras hundir a su país en la peor crisis económica en medio siglo.
La cantidad de burradas que es capaz de sumar Galán en apenas unos segundos de declaración televisiva debería ser objeto de algún tipo de premio en algún concurso internacional. Aunque el grueso ya había salido en una penosa nota publicada hace años.
Vamos a empezar con un poco de historia. Allá por 2016 el amigo Hernán Bonilla nos vino a ver al diario porque estaba con la idea de armar un centro de estudios liberal. En aquel momento, el autor de estas líneas volvía de Washington, donde había comprobado el rol clave que cumplen este tipo de centros en las democracias modernas. En un mismo día, en DC uno puede desayunar escuchando a un académico top hablar de la situación china en el CSIS, pasando luego por el Atlantic Council a ver una presentación sobre la crisis en el este de Europa, y cerrar en el CATO con una charla de un ministro colombiano sobre la industria del petróleo.
Ese es el rol de los “think tanks”. Poner recursos del sector privado para financiar estudios y a académicos, a la vanguardia de sus campos. Generar conocimiento para el servicio de toda la sociedad. Y, además, sostener a una masa crítica de gente preparada, que el día de mañana pueda asumir roles de gestión en un gobierno. Es un complemento clave a lo que aportan las universidades.
¡Y vaya si falta eso en Uruguay! Por eso le dimos todo el impulso espiritual a Hernán, y su trabajo ha cristalizado en un instituto de los mejores de la región.
Muchos de estos centros tienen un perfil ideológico, y se conectan con otros centros con perfiles afines. Es lo que pasa con Atlas, una red que busca apoyar a estos institutos de corte liberal, pero que está lejísimo de meterse en política, o tener el poder que se le acusa. Nada que ver tiene la Mont Pelerin, una sociedad de intelectuales y que se junta a debatir temas filosóficos. Ocho premios Nobel han sido parte de la misma, que llegó a ser presidida por un uruguayo: Ramón Díaz.
Estos “think tanks” reciben dinero de personas y empresas que en los países serios logran descontar impuestos con ello. Es la forma en que las naciones desarrolladas valoran el aporte que estos centros a la sociedad.
Claro que ninguno de estos ogros que espantan a Galán, tiene el 10% del dinero de Open Society, el “think tank” fundado por el magnate George Soros, que ha hecho su fortuna en buena medida apostando a la quiebra de países pobres. Y que en el nuestro financió cosas como el proyecto de estatización de la marihuana, y otras causas “sociales” impulsadas por el FA.
La pregunta que uno se hace es ¿no sabe esto la diputada Galán? Porque la información es pública, cada centro explica cómo funciona y lo que hace, porque ello es clave para acceder a financiamiento. Es más, en cualquier viaje a Washington, seguramente el amigo Ian Vázquez le mostraría a la diputada el maravilloso edificio del CATO en la Av. Massachusetts, en cuyo lobby exhiben como tesoro una primera edición de “Camino de Servidumbre”, el libro donde ese pérfido Hayek analiza cómo fue posible que apareciera el nazismo en el país más ilustrado de Europa. Y concluye que la mirada estatista y dirigista de la intelectualidad alemana de preguerra, fue funcional a la ideología que causó uno de los dos peores genocidios del siglo XX: el nacional-socialismo. Cuando usted desprecia a la persona, y cree que el colectivo es lo único relevante, el paso de eliminar a quien se pone en su camino, no cuesta nada.
Pero hay algo más preocupante en esta denuncia de Galán. Y es que revela la molestia que le genera a ciertos sectores del FA la simple existencia de quien piense distinto. No les alcanza con colonizar de forma excluyente cada institución pública que han podido, desde la UdelaR hasta, por supuesto TV Ciudad. Sino que les indigna que incluso los privados con su dinero sostengan instituciones donde se pueda pensar libremente.
Así es más fácil entender por qué a algunos les cuesta tanto criticar a alguien como Maduro.