El rengo y la aikidoka

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En el cuento “El Sordo”, de Roberto Fontanarrosa, el autor argentino ironiza de manera magistral sobre el ego masculino rioplatense. El relato narra el encuentro en la mesa de un café entre un marido engañado y el presunto amante de su mujer. Allí se desarrolla un intenso diálogo en el cual el primero interroga al segundo a fin de confirmar la sospecha que lo aqueja.

El interpelado niega las acusaciones y resiste con hidalguía cada uno de los ataques. Tan eficiente es la autodefensa que al cabo de un rato logra convencer al otro de que es inocente. Es entonces cuando el despechado le dice: “Te creo. Mirá si vos, con esa facha de desgraciado, te vas a levantar a mi mujer, que está buenísima. La Flaca jamás se fijaría en un pobre tipo como vos”.

Tales palabras actúan en el presunto amante como la espuela en el ijar del potro. Así, mientras el marido camina hacia la puerta, satisfecho por el cierre que cree haberle dado a la historia, el otro tipo, herido en lo más profundo de su ego masculino, se pone de pie, olvida toda la argumentación anterior, y sin que le importe un pepino las consecuencias, estalla: “Preguntale qué hizo el jueves a la tarde... A eso de las siete... ¡Preguntale!”

El cuento de Fontanarrosa pareció cobrar vida en nuestra triste comarca política con la reciente defensa que la agrupación Marea Frenteamplista, del sector Fuerza Renovadora, encabezada por Mario Bergara, esgrimió en favor del diputado Gustavo Olmos en el sonado caso de acoso a su diputada suplente, Martina Casás. Olmos fue denunciado penalmente por Casás por acoso sexual y laboral y abuso sexual. Y a los compañeros de Olmos no se les ocurrió mejor idea para ayudarlo que presentar, a nivel judicial, un escrito en el que se leía lo siguiente: “La señora Martina Casás no es una niña ni una adolescente… practica el arte marcial aikido, que deriva del uso de armas tradicionales orientado a la defensa personal y la lucha cuerpo a cuerpo”. Además, por si todas estas herramientas no le bastasen para sacarse a un baboso de encima, el texto agrega: “Gustavo Olmos a consecuencia de un accidente de tránsito, tiene un acortamiento de la pierna izquierda, renguea al caminar y usa un sobretaco para mejorar el desequilibrio de la cadera”. El argumento es deleznable y bien se podría interpretar como: un viejo rengo no tiene chance de acosar a una mujer joven y empoderada que domina las patadas voladoras. Algo no muy diferente al “mirá si vos, con esa facha, te vas a levantar a la Flaca”.

Como el adúltero del cuento, ¿cuánto demorará Olmos en saltar de su silla y gritarle al mundo que a pesar de sus nanas y su edad, es perfectamente capaz de acosar a una mujer, aunque ella sea joven y karateca y aunque él jamás la haya acosado? Cuánto tardará en exigir a los compañeros de Marea Frenteamplista: ¡Preguntame! ¡Preguntame qué hice el jueves!

También es esperable que cualquiera que haya leído la defensa de Olmos, recuerde que no todos los acosadores son fuertes y jóvenes. Y que el mundo está lleno de viejos verdes. Quizá el diputado esté deconstruido y no sienta el impulso machista del personaje de El Sordo. O tal vez sea inocente y se deba comer esta humillación calladito para zafar de una falsa acusación.

Sea como sea, el argumento de defensa esgrimido por les compañeres de Marea Frenteamplista, merece todo el repudio de esta columna.

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