El segundo entierro de Saúl Feldman

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Washington Beltrán Storace

Habían pasado siete días de la primera vuelta electoral y los uruguayos disfrutaban de su primer fin de semana sin los estruendos de la campaña política, cuando la noticia sacudió el letargo. Un contador había dado muerte a un policía en la zona de Shangrilá, había resistido a los balazos -vestido de guerra y atrincherado en una pequeña habitación con fusiles, pistolas, cargadores, máscaras antigás- durante horas al asedio policial y, finalmente, con varios proyectiles en el cuerpo y al borde de ser detenido, se había quitado la vida. Pero a esa síntesis del espanto, poco después empezaron a sumarse nuevos detalles.

El hecho se había desencadenado tras un incendio en una finca de Aires Puros -una zona "peligrosa" cercana a la cancha de La Luz-, donde se había encontrado un formidable arsenal de guerra que contenía unas 700 armas de fuego de todo tipo y calibre, inclusive equipos antitanques, más de 100.000 municiones, 500 granadas, tres máquinas para recargar munición y 200 kilos de pólvora. El propietario de la casa -y de su armamento- era el contador Saúl Feldman, el mismo que se había tiroteado con la policía en Shangrilá.

Las primeras explicaciones que manejó la policía y la justicia fue a una presunta vinculación de Feldman con las bandas de narcotraficantes brasileños, pero la conjetura no aguantó 24 horas: algunas de las armas tenían más de 30 años, eran obsoletas para lo que se usaba en Brasil y en este negocio -compra-venta de armas- no se hacía stock, sino que era de entrada y salida.

Se rastreó el pasado de Feldman, se llegó a sus vinculaciones con grupo violentistas escindidos del Partido Socialista y, desde el ámbito político, se apuntó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. A cuatro semanas de la segunda y definitiva vuelta electoral, esa posibilidad se transformaba en una carta decisiva. Pero se desmoronó también.

El caso fue asumido desde un principio por la justicia especializada en el crimen organizado. Pero hasta el comienzo de la Feria Judicial Mayor era más lo que se había descartado que lo que se había avanzado. Un expediente de 3.000 fojas donde se interrogó a más de 60 personas no arrojó ninguna luz sobre el huraño contador y todo se encaminaba al archivo de las actuaciones del caso, lo que provoca pavor.

Las armas se fabrican para matar, ¿para qué quería el contador semejante arsenal? ¿Cómo hizo en este insegurísimo Montevideo para que nadie entrara a robarle en su casa de Aires Puros (en Shangrilá, por lo menos, había perros) que muchas veces estaba vacía la mayor parte del día? ¿Qué mecanismos formidables había incorporado que desanimaban o ahuyentaban a los delincuentes a proyectar un robo? ¿Por qué un oficial de policía lo llamó apenas se produjo el incendio? ¿Cómo lo había reunido? ¿Había actuado solo? ¿Nadie en el barrio vio algo anormal o sospechoso en tantos años? ¿Qué amigos tenía? ¿No frecuentaba ni se veía en forma más o menos asidua con alguien que pudiera echar una luz sobre el caso? ¿No se encontraron huellas, digitales o de las que fuera, en ninguna de las dos casas? ¿Agendas?

Las preguntas pueden ser interminables, lo que faltan son respuestas. Me viene a la memoria un episodio de la Segunda Guerra Mundial que dio lugar a un libro de Ewen Mantagu y una película: "El hombre que nunca existió". Pero Feldman existió y mató. Y me resisto a creer que semejante arsenal y las dos vidas que costó (la de él incluida) se tratara solo de la extravagancia de un coleccionista que juntaba armas como otros lo hacen con estampillas, latas de cerveza o llaveritos. Tenía muchas repetidas. Y que si nadie intentó robarlo -porque robado, está visto, nunca fue- se trató simplemente de casualidad, como tantos que aún no han sido visitados por los cacos.

No puedo aceptar, tampoco, que el hombre vivió más de 60 años y nadie pueda aportar datos sobre sus actividades más allá de las estrictamente profesionales. La gente no va por la vida en solitario, ni vive como anacoreta. Actuamos en sociedad y en un país chico, donde "todos se conocen". ¿Todos menos Saúl Feldman?

El tema es extremadamente grave y serio. Si la Justicia no encuentra causa para seguir las investigaciones, debe por lo menos explicar de manera pública y pormenorizada, sus motivos. No alcanza con decir "archívese" y asistir al segundo entierro de Saúl Feldman.

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