El tema es vergonzoso y provoca indignación entre quienes creen de verdad en la democracia. En las últimas horas se conoció un informe de las Naciones Unidas que, ante el agravamiento de las violaciones a los derechos humanos, pide aumentar las sanciones a la dictadura de Nicaragua que encabeza Daniel Ortega y su mujer y vicepresidenta, Rosario Murillo.
El documento fue redactado por un grupo independiente, mandatado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En él se destaca que la represión a toda oposición real o imaginaria “se ha vuelto más sutil” y apunta en especial “a estudiantes universitarios, pueblos indígenas, pueblos afrodescendientes, campesinos, miembros de la Iglesia católica y de otras confesiones católicas”.
El miércoles también se conoció, la denuncia formulada por la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Dita Charánzova sobre el “trabajo forzado” de miles de médicos cubanos en el exterior y acusó al gobierno de La Habana de “esclavitud “y “trata “de personas. La diplomática, realizó la denuncia en el marco de un foro organizado en Washington por la Comisión Intera-mericana de Derechos Humanos de la OEA. Se basó en los “testimonios desgarradores llegados a Bruselas”, subrayó que “la esclavitud se refleja en retención de pasaportes, confiscación de salarios, acoso sexual, separación forzosa de la familia y persecución”.
A los médicos cubanos que abandonan esos trabajos en el exterior se les considera “desertores”. Si abandonan el empleo se les impide volver a su país y a seguir ejerciendo su profesión.
Horas antes, se conoció que el Programa Mundial de Alimentos, la mayor agencia humanitaria dedicada a combatir el hambre, confirmó que el gobierno cubano pidió en “carácter de urgente” ayuda “para continuar con la entrega mensual de un kilogramo de leche destinada a niños y niñas menores de siete años en toda Cuba”. Sesenta y cinco años transcurrieron de la revolución y el régimen cubano sigue siendo incapaz de asegurar, a los niños, un alimento tan básico como la leche.
De Venezuela nos hemos ocupado recientemente. No hay mucho más que comentar, salvo que esta semana el Parlamento de dicho país, pro Maduro, expresó que tiene “27 fechas para proponer” al Consejo Electoral en las que podrán celebrarse elecciones presidenciales. Con la mayoría de los dirigentes de la oposición inhabilitados a postulares, presos políticos y una enorme cantidad de exiliados por sus ideas, se harán los comicios.
Nada de lo expuesto nos puede sorprender. Se trata de tres dictaduras infames a las que muchos sectores de la izquierda vernácula siguen defendiendo y apoyando.
Han sido conocidas las declaraciones que en las últimas semanas formularon los postulantes del Frente Amplio sobre Venezuela. Carolina Cosse con su característica arrogancia no se pronunció porque sostiene que puede poner en riesgo las relaciones diplomáticas entre ambos países. Yamandú Orsi expresó que a él “le gusta que en una carrera corran todos los pingos”.
Sería sano para nuestra democracia, que quienes aspiran a ocupar la primera magistratura se definieran sin dejar dudas sobre qué piensan de estas infames dictaduras y su permanente violación a los derechos humanos. El silencio o las medias palabras son, sin dudas, una forma de complicidad.