Donald Trump viene planteando un ambicioso proyecto de reindustrialización para su país. Tiene como objetivo devolver a Estados Unidos su capacidad de fabricación en sectores claves como el siderúrgico, textil, automotor, ferroviario, naviero farmacéutico, etc. Aspira a que Estados Unidos vuelva a ser líder en la producción de bienes de consumo y productos industriales. Disminuir su dependencia en servicios y tecnología. Con la creciente amenaza de la inteligencia artificial (IA), Trump parece temer que los beneficios derivados de estos secto- res disminuyan drásticamente y el país quede desnudo frente a dicha situación.
Su estrategia es revitalizar la capacidad manufacturera del país. El gran sector productivo donde los EEUU tiene grandes ventajas comparativas es el agrícola ganadero, pero en votos es pequeño y puede que lo sacrifique en aras de sus otros objetivos, ya que China le dejará de comprar soja, pollos y carnes de cerdo y vacuna. Ojo.
Quiere asegurarse que su país produzca su propio acero y aluminio. Le gusta que la producción se concentre en EEUU. En el anterior esquema de manufactura todo el mundo estaba interconectado. Ciertas partes de un vehículo se producían en México, otras en China, otras en Alemania y el modelo del Chevrolet se armaba en Canadá o EEUU, trayendo amplios beneficios en costo al consumidor mundial. Esto no va más.
Trump impuso aranceles a la importación de partes y materiales para fomentar la producción nacional y/o recaudar impuestos, repitiendo lo de su primer gobierno. Esto busca proteger las industrias locales y fomentar la creación de empleo en el sector manufacturero. Pero inevitablemente se crea un mayúsculo trastorno en la cadena de producción y suministros a nivel mundial, aumentando los precios del producto final.
El plan incluye reactivar la minería de carbón, una industria que se redujo significativamente en las últimas décadas. Como no muestra interés en controlar la polución, su propuesta podría tener implicancias ambientales considerables. El objetivo principal de la reactivación del carbón, es la creación de empleos para los trabajadores de las regiones mineras (red necks), quienes constituyen una parte importante de su base política.
Su visión también se enfoca en reactivar el “rust belt” del Medio Oeste de Estados Unidos, conocido por su declive industrial. El objetivo es devolver dignidad y empleo a las personas afectadas por el cierre de fábricas y la desindustrialización. La creación de empleos en la manufactura se presenta como una solución para fortalecer la economía local. Otro componente clave de su visión es disminuir la abultada deuda pública y bajar la tasa de inflación. Para lograrlo, propone reducir los impuestos, para impulsará el crecimiento económico y aumentar los ingresos fiscales a largo plazo.
Sin embargo, esto genera mucha controversia. Trump y parte de su base política también desean acotar los compromisos militares de Estados Unidos y su participación en organismos multinacionales, poniéndose en duda la voluntad de defender a sus aliados frente en cualquier circunstancia. El viejo “orden “institucional forjado después de la II Guerra Mundial (1945) está cuestionado, se está derrumbando. Poco se oye de las Naciones Unidas creadas preci-samente para mantener la paz mundial.
Ni siquiera se la consulta acerca de formar una fuerza para interponerse entre Rusia y Ucrania, o entre Israel y Gaza (Palestina) llegado el armisticio. La vuelta al aislacionismo de EEUU bajo Trump es evidente y las consecuencias ya afloran.
Para bajar el gasto público, varios sectores están sufriendo recortes importantes. En el sector doméstico y en el de ayuda a los países pobres. El argumento es que estos compromisos generan un gasto considerable que podría utilizarse para fortalecer la economía nacional y que gran parte de esas ayudas no llegan a destino. Estos cambios de orientación fortalecerán la formación de nuevos bloques y afectarán la posición de liderazgo global de Estados Unidos. Puede que sea necesario pero no es gratis.
Aunque algunas políticas articuladas son congruentes unas con otras, muchas se contradicen o no se pueden implementar al mismo tiempo. La imposición de aranceles altos puede proteger a las industrias locales, pero aumentarán los costos y afectarán negativamente a los consumidores (inflación) hasta que se monten nuevas fábricas.
Se amplíen las existentes y se entrene a los obreros, puesto que muchos procesos han cambiado. Además, no olvidemos que esta reconversión traerá consecuencias ambientales con secuelas para la salud pública a largo plazo.
Las políticas propuestas por la Casa Blanca han creado una enorme incertidumbre en los mercados. La imposición de altos aranceles y las dudas sobre los compromisos militares han desestabilizado las relaciones comerciales y políticas internacionales. Esta inestabilidad posiblemente lleve a una recesión económica mundial, afectando tanto a Estados Unidos, como a todo el mundo.
Quizás allí se conjuguen dos variables favorablemente ya que la recesión traería una caída de la tasa de interés al permitir refinanciar la deuda norteamericana a menor precio. Un camino difícil.
Trump también busca eliminar el déficit en la balanza comercial de Estados Unidos. Su visión implica producir más bienes internamente y exportar más productos, reduciendo la necesidad de importar. Aunque este objetivo es difícil de conseguir sin afectar negativamente a otros sectores económicos. El plan del presidente es ambicioso y multifacético. Busca reindustrializar a Estados Unidos y devolver la dignidad a las comunidades dañadas por la desindustrialización. Pero las políticas propues- tas presentan retos considerables y generan incertidumbre en los mercados.
El éxito de esta intención dependerá de la capacidad de implementar las decisiones de manera equilibrada. Buenas negociaciones, flexibilidad y firmeza. No provocar efectos demasiado adversos en la economía mundial. Veremos.