Por lo visto, no tenés nada”, me repitió un enfermero cada una de las más de seis veces que pasó delante de mí en la madrugada, mientras me pasaban analgésicos, a la espera de saber si estaba fracturado en la emergencia de una institución médica.
También, la primera doctora que me vio esa noche, desestimó que tuviera algo, porque le hablaba muy “calmo”. También, la segunda, al momento de recibirme, se quejó porque en ese momento estaba comiendo. Sin embargo, rechazó mi oferta de entrar, una vez que ella culminara la ingesta de alimentos, porque -dijo- que ya la había finalizado. También, la primera persona que debía ingresar al sistema mi pase al fisiatra, para que pudiese comenzar con la fisioterapia, no solo que no lo hizo bien, llevándome a volver otro día de forma presencial para repetir la digitalización del pase, sino que insistía en que la hora la debía pedir a las 8 de la mañana y que sólo había seis disponibles por día. La hora que me dieron fue recién al mes y medio del día en el que me sacaron el yeso. También, se debe destacar que ninguno de quienes me atendieron en esa noche, exceptuando a quienes me hicieron los rayos X y me enyesaron, me miró el brazo.
Leí hace poco que uno no debe tomarse las cosas de forma personal, sino que debe entenderlas como incompetencia de quien las hace. Tal vez es duro, pero en este caso es apropiado. No me refiero a las personas que me recibieron en esa noche, eso queda a criterio de cada uno. Pudo haber sido una serie de eventos desafortunados. Pero es seguro que todo se debió a la falta de competencia. Competencia en el mercado.
En su momento se argumentó que la competencia en el mercado de las telecomunicaciones, otro sector que pertenece a la infraestructura crítica del país así como el de la salud, sólo podría traer una mejora en los servicios y una baja en los costos para los usuarios, lo cual se logró con la implementación de la portabilidad numérica. ¿Acaso no se debería tener la misma libertad de cambiar de servicio médico como la de cambiar el servicio de telefonía o el banco en donde uno guarda su dinero?
Uno no debe pensar solo en los casos de mala gestión que se han puesto sobre la mesa en el último tiempo, sino que al dejar pasar al elefante y poniendo foco en la hormiga, uno se encuentra con procesos arcaicos e inconvenientes para el usuario. Pensando, por ejemplo, en que un usuario deba ingresar un pase -papel- a un especialista, de forma presencial, en su institución médica, para que en ese momento quede en el sistema y al otro día pueda pedir hora. Es algo que, siendo muy generosos, le podemos llamar vintage. El problema es que, al mirar a la hormiga, uno se da cuenta de que hay instituciones que ya son todo un hormiguero.
Al mirar el elefante, por ejemplo, lo sucedido con Casa de Galicia o la actual intervención del gobierno a Casmu, también se interpela la capacidad real de pivotar de los usuarios ante estas situaciones.
Un poco más de dos años atrás, El País publicó los ingresos y activos de las organizaciones médicas declarados ante la Secretaría Antilavado. De estas, la que más ingresos había declarado fue la Asociación Española, con más de $ 9.448 millones; siguiéndole el Servicio Médico Integral (SMI), con más de $ 5.411 millones; el Hospital Británico, con más de $ 3.531 millones; el Círculo Católico, con más de $ 3.279 millones; y, estando en el 2020 aún activa, Casa de Galicia, con más de $ 2.737 millones.
En tanto, en relación con el valor de sus activos, quienes declararon los mayores montos fueron La Asociación Española, con más de $6.880 millones; el Hospital Británico, con más de $6.765 millones; el SMI, con más de $ 3.220 millones; el Círculo Católico, con más de $2.016 millones; y Casa de Galicia, con más de $1.835 millones.
Teniéndose en cuenta estos números, ¿está mal que se invierta y se busque una ganancia a raíz de una mayor cantidad de socios? ¿Bajar costos de órdenes y pases a especialistas, mayor cantidad de horas disponibles, etcétera? Sería transparente la intención de la ganancia. Pensar en que ahora no hay un objetivo financiero, sería desestimar el solo hecho de que deben cubrir costos o de que cada persona que trabaja quiera una mayor remuneración por su trabajo, lo cual se puede conseguir si se dispone de un mayor presupuesto...
Tampoco es difícil imaginar que, ante una mayor competencia en el mercado, se podría ver estimulada la incorporación de más especialistas, mejor y mayor oferta de servicios e, incluso, podríamos hablar de un mayor foco en innovación. Tal vez esta última palabra pueda parecer grandilocuente, pero si aún se debe pasar por un mostrador para digitalizar una orden, esta deja de ser tan distante, “volada” o “idílica”, y se siente más tangible.
Tal vez, varios años atrás, ni siquiera se presentaba la posibilidad de que algunos servicios o consultas pudiesen llevarse a cabo, de forma telefónica o por videollamada, como tampoco las facilidades que brindan las aplicaciones digitales de las instituciones a sus socios. Sin embargo, la pandemia demostró, al menos, que la inversión de las entidades médicas no debe estar focalizada únicamente en mejorar su capacidad edilicia.
La generalización siempre es injusta, pero en el último tiempo las buenas experiencias que escucho de allegados y las propias, han sido la excepción. No sé si es la calidad humana o técnica a la que aspiran las instituciones médicas, pero seguro está motivada o relegada por el corralito mutual. Este ha hecho estragos en el sistema de salud. Vos y yo lo sabemos, los únicos que parecen no saberlo son quienes tienen poder de decisión para cambiarlo o tienen esa visión paternalista de un Estado que puede inmiscuirse hasta en nuestra elección de un doctor.
La falta de competencia, a pesar de “ser” organizaciones sin fines de lucro, enferma. Esto nos tendría que sanar. Un músculo que no se mueve, estimula y esfuerza, no solo se entumece, se atrofia.
¿Será que aquellos que pueden mejorar el sistema de salud se acostumbraron a los centros top y por eso fingen demencia ante la realidad de la mayoría a la que les prometen mejorarles la vida en las campañas electorales? Se cerraron las urnas. Ahora veremos si hay especialistas que sanen esta enfermedad o hay que pedir hora para dentro de cinco años.