El último tramo

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Empieza esta semana el último tramo de la campaña electoral. Los uruguayos decidirán quiénes los representarán en los próximos cinco años. Es poco probable que en esa ocasión se defina al presidente y haya que ir a una segunda vuelta. Sí se sabrá como quedarán compuestas ambas cámaras y cuál de las dos coaliciones tendrá mayoría.

La disputa por alcanzar esa mayoría obliga a que en este último tramo, los candidatos a ambas cámaras vuelquen su energía para obtener más escaños y alcanzar esa mayoría.

Visto en la lógica de ganar bancas, y no solo la presidencia, los partidos no pueden dar nada por perdido, en especial en aquellos departamentos donde la representación se distribuye entre varios diputados.

El argumento, tan repetido para los socios de la Coalición Republicana, de que Montevideo está perdido por ser muy frentista, se relativiza en esta ocasión. Los escaños se ganan de a uno y cada diputado importa. Para esos partidos el objetivo podrá no ser el de derrotar a la mayoría frentista pero sí hacerle una notoria mella.

A diferencia de los partidos de izquierda que consolidaron su coalición como lema, los de la Coalición Republicana corren cada uno por su cuenta (aunque decididos a aliarse para la segunda vuelta), con lo cual a la hora de sumar votos y adjudicar bancas, los restos no van para nadie mientras que los de los partidos frentistas se mantienen dentro del lema y suman. Eso obliga pues a un redoblado esfuerzo por parte de la Coalición Republicana.

Se insiste en que esta ha sido una campaña “rara” y en muchos sentidos lo ha sido. Si se piensa bien, se pareció más a como son las elecciones en otros países. Tranquilas y con poco aspaviento.

Hace tiempo que se viene pronosticando, con las redes y su efecto sobre los medios tradicionales, que esto que está sucediendo, algún día llegaría. Pues llegó.

La lectura de los diarios dejó de ser el fenómeno masivo de antaño. Las opciones para acceder a información y entretenimiento visual son casi infinitas, con lo cual aquello de que todos mirábamos en la noche alguno de los dos o tres noticieros disponibles, dejó de hacerse.

Ya no se recibe por igual la misma información y en la misma cantidad. Con noticieros que duran tres horas, es probable que muchos se vuelquen a ver cable o películas en “streaming”. Los demás los miran de a ratos y pueden entonces perderse justo el momento en que se informa sobre la campaña en diferentes localidades del país. Antes, no había más remedio que ver la masiva publicidad electoral y saberse de memoria la totalidad de los “jingles”. Ya no. La publicidad electoral no se pasa en el cable que trasmite Montalbano ni en alguna película de Netflix.

El lugar para verla son las redes a través de los celulares. Cada uno puede detenerse ante la publicidad o seguir de largo, por lo tanto llamará la atención a los más interesados y no afectará a los indiferentes.

Como resultado, no es esta una campaña en que la gente discute, discrepa y se apasiona sobre diferentes partidos y candidatos, compartiendo todos un escenario común, El escenario dejó de ser común. El seguimiento de una campaña es puertas adentro. No se exterioriza en las calles ni con balconeras. Hasta el reparto de listas se hace sin la alharaca de otros años.

Quizás quienes más protesten por la modalidad de esta campaña sean los mayores, que extrañan aquel espíritu casi carnavalesco. Pero buena parte del país aceptó que ahora es así: ni más aburridas ni menos interesantes, simplemente distintas.

También la oferta es diferente. Los partidos de la Coalición marcan sus matices, pero todos marchan en ancas de una gestión exitosa, que dejó buenos resultados y obligan a avanzar por ese camino. Proponen cambiar sí, pe-ro en la dirección iniciada. En ese contexto, no presenta candidatos llamativos (quizás la excepción sea Andrés Ojeda) pero sí políticos sólidos y con experiencia. Su campaña no se concentra en mostrar efectos fuertes sino en convencer de que están prepara- dos para continuar hacia adelante, el 1° de marzo.

El Frente Amplio, por su parte, no termina de salir de la situación en que quedó tras la derrota del 2019. Hubo un desgaste tras 15 años de gobierno y de eso nadie se recupera tan rápido (algo similar pasó en su momento con blancos y colorados).

No cuenta con el innegable liderazgo de sus tres referentes. Fallecieron o están relativamente retirados, como Mujica. Aún no hubo un recambio ni generó figuras que desempeñen un rol notorio en el Parlamento. Sus candidatos son reflejo de esa realidad. Una Carolina Cosse casi ausente y un Yamandú Orsi al que no se le entiende y que para colmo evita mostrarse.

No exhibe la autoridad necesaria dentro del Frente ni la talla propia de un presidente.

En este contexto, la primera etapa de la campaña empieza a cerrarse esta semana y una suma de realidades explican por qué ha sido tan peculiar. Muestran además que, pese a lo que solemos creer, este país cambia más de lo que parece, aunque a su propio ritmo.

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