Empresario y prejuicio

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Hasta no hace mucho, el monopolio de la palabra y presencia mediática en los medios y redes pertenecía al Pit-Cnt, totalmente ideologizado para la izquierda pese a que debería representar a trabajadores de todos los pelos. Pero su cúpula comunista, es notoria.

Ya hace algunos años apareció la Confederación de Cámaras Empresariales (CCE), y hoy es una realidad consolidada con más de 20 gremiales que se aglutinan en torno a ella. Es perentorio destronar, abominar, esa mala concepción que se tiene del empresario (que los habrá buenos y malos como en todo conglomerado humano) y virar esa mala espina que los aqueja. Por suerte los empresarios se han curado “del pánico escénico” y han salido a la palestra, proponiendo temas que deben estar en el debate público.

Los empresarios son los forjadores de los empleos privados en este y en cualquier país y con su incesante tributación hacia las arcas estaduales, bancan el gasto público. Y un empresario es desde un gran promotor privado que construye miles de metros cuadrados, hasta el propietario de un quiosco, que seguramente sea de utilidad para los vecinos del barrio, que también debe aportar al fisco y que por ahí tiene algún empleado en planilla. No desdeñemos a nadie.

El empresario en definitiva arriesga su dinero, su tiempo y esfuerzo para construir y poner en marcha una unidad de producción de bienes o servicios que responda a las necesidades de la sociedad y que, como contrapartida, Perogrullo dixit, le permita obtener ganancias.

Seguramente existan muchos empresarios que profesan una ideología de izquierda (cada vez más me cuesta entender a qué se refieren con izquierda y derecha), pero aventemos ese preconcepto que se refiere a una antinomia, gobierno de izquierda versus empresarios.

Represento a la promoción privada de la construcción y el diálogo viene siendo muy fructífero, con las jerarquías que competen a nuestro metier. Que no exime de que existan disensos.

Los sectores empresariales del ámbito privado asumen una responsabilidad activa en el esfuerzo por servir a los requerimientos del bien común. La CCE hace caudal de ello y lo transmite.

Asimismo, un empresario que solo se preocupe por evaluar la cuantía de sus ganancias, difícilmente podría subsistir en estos tiempos, signados por la interrelación que condiciona la producción y comercialización de bienes y servicios.

De cara al futuro y se viene dando por añadidura, se necesita una filosofía de la gestión empresarial basada en valores profesionales y no solo en la maximización de los beneficios.

Es decir, además de preparación para la tarea empresarial, hay que tener aptitud moral para esforzarse al máximo, independientemente de remuneraciones o incentivos adicionales.

Compete resaltar un aspecto ético insoslayable: los empresarios de este país son conscientes del valor de su independencia frente a las presiones políticas mezquinas. Tal vez existan empresarios prebendarios, pero de ninguna manera es una constante en el país, son excepciones que coliden marcadamente con las pautas que se vierten desde la CCE.

Esta (la CCE), está al margen de los avatares políticos, que no quiere decir ajena a la política. Se encaran temas de la realidad, se manifiestan inquietudes, se le sugieren distintas opiniones al gobierno. Pero en un marco de irrestricto respeto.

Error en que incurre permanentemente el Pit-Cnt que todo lo ideologiza y en principio aquello que venga de un gobierno de su palo, ya es bueno per se, incurriendo en posturas con un sesgamiento marcado en desmedro de la oposición.

Recuerdo la proclama del 1° de mayo del 2022, del Pit-Cnt, rezaba “Por la Unidad de quienes movemos la Rueda…”. Título excluyente; parecería que la rueda la mueven solamente los obreros y sí que la mueven, pero les faltó una pata imprescindible, en una muestra del más rancio desprecio hacia el empresario.

Para ir a nuestro metier, hoy existen más de 60 mil obreros trabajando en forma directa, porque hay un promotor privado que invierte el dinero en una obra para que eso suceda, o porque existe UPM que hace lo mismo o porque el Estado (el gran promotor público), hace algo similar. Si no aparece dicha inversión no habrá rueda que se mueva, así acudamos a plegarias del cielo.

Hay que terminar con esa absurda cantinela que prejuzga con nula afabilidad al empresario “poderoso” y con decoro a su contraparte obrera “sojuzgada”, en una adjetivación que además de ser lineal y estructurada es totalmente falaz.

Sigamos moviendo la rueda, empresarios y obreros y no nos hagamos trampas al solitario con consignas para la tribuna que no se condicen con la realidad y gozan de una “espuria fama”.

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