Rodolfo Sienra Roosen
Como en el truco, a ley de juego está todo dicho. Se acabaron los argumentos.
Que el Dr. Lacalle sería un Presidente con sus virtudes y, para quienes se los quieran ver con sus defectos, pero Presidente en serio, no hay duda. Que Mujica no tiene ninguna condición para ello, tampoco. Alcanzaría con eso.
Que con los Poderes estatales equilibrados vamos a estar mucho mejor que con todo el poder a la izquierda, tampoco hay duda. Que con Lacalle responsable del orden público y de la seguridad de los habitantes del país vamos a estar mejor protegidos que hoy, porque sabe ejercer la autoridad, dormiremos más tranquilos que con una policía subordinada a quienes fueron sus enemigos, asesinos de varios de sus camaradas.
Que con Lacalle manejando la política exterior del país recuperaremos el prestigio que siempre tuvimos, y no nos van a ningunear en el Mercosur, es una certidumbre, como también lo es que los estrechos vínculos de Mujica son con el socialismo Siglo XXI liderado por Chávez, con el elenco de reparto conocido, lo que puede llevar al país a un precipicio. Que con Lacalle el Estado cumplirá los cometidos esenciales que le corresponden y atenderá a la obra social en vivienda, en salud, en atacar la pobreza sin tirar el dinero público a la marchanta, podemos confiar, porque eso se logró en su gobierno.
En tanto, lo que sería seguro es que con la izquierda de Mujica y la barra, tendremos al Estado introducido en nuestra vida, en nuestra intimidad, como un convidado de piedra que todo lo va a querer dirigir, que se sentará en nuestra mesa y dormirá debajo de nuestra cama. Que con Lacalle habrá un proceso de mejora de calidad en la educación en el sector público que nivele el mayor factor de desigualdad social que se agudiza cada vez más en el país, es un expectativa fundada. Con Mujica en cambio, se mantendrá este esperpento de ley que sólo aumenta la burocracia asfixiante con multiplicidad de cargos que se mezclan y superponen en un tinglado que nadie entiende, empleando los recursos disponibles sólo para pagar mejores sueldos a cualquiera.
Que con Lacalle al país no lo van a poner en listas negras por defender su legislación vigente en materia de secreto bancario, que no levanta un muro a la información, sino que para salvaguardar el deber de confidencialidad del banquero, deja en manos de la Justicia el derecho a indagar que pueda invocarse desde el extranjero, es seguro. Mujica -a pesar de Astori- es enemigo del secreto bancario. Que con Lacalle no se van a ir los bancos y quedará de manifiesto la falacia que significa contraponer la defensa del sistema financiero con el país productivo, cuando en realidad el primero está y necesita estar al servicio del segundo, así será. Que con Lacalle al jubilado no le van a morder su pasividad con tasas similares al que trabaja y produce, y se irá fumigando el impuesto al trabajo encubierto como si lo fuera a la renta, es una formal promesa. Para Mujica como para Astori el jubilado deberá pagar impuestos, y se mantendrá el IRPF, liquidando lo que queda de la clase media y profundizando el proceso de igualación hacia abajo.
Para las encuestas, gana Mujica. Yo me aferro a la razón y a la cordura de mis compatriotas, en defensa propia y de las nuevas generaciones.