Bien podría llamarse a aquel sistema político que dirime sus discusiones en base a estudios de opinión pública.
Todo funciona solicitando a distintas empresas análisis coyunturales de la opinión respecto a intención de voto en elecciones internas voluntarias por partido. Luego a otra empresa el nivel de aprobación del presidente de la República y también su desaprobación. Y por si fuera poco luego le solicitamos a una tercera empresa el estudio de la intención de voto de cara a las elecciones en octubre. Para que queden todos contentos se solicita respuesta espontánea o respuesta sugerida. Y de postre solicito a otra empresa me brinde información de un eventual balotaje en noviembre. Entonces quiero saber a quién preferiría el electorado entre Orsi y Delgado o entre Cosse y Raffo, etcétera.
Como los resultados de los diferentes estudios de campo me ofrecen más dudas que certezas me juego a hacer “una media” entre el resultado sugerido y algo de olfato político que a uno le va quedando luego de años de analizar “esto de la política”.
Si me cierno a la metodología del encuestador y a esa “media” que imagino, supongo el FA ha tenido un ligero repunte respecto de octubre de 2019. Las encuestas parecen indicar eso. Pero en cualquier caso serían incrementos que aumentan algo un “techo” de votación más que un piso.
Surge la legítima impresión que buena parte de los indecisos de todas las encuestas incluyen personas que aún sin haber optado una opción partidaria no son votantes del cambio de signo de gobierno. El que quiere cambiar ese signo de gobierno ya tomó su decisión y lo expresa frente al encuestador. El que no, es alguien que duda o tal vez alguien que ya votó la Coalición oficialista pero no sabe a quién votar aún. Cabe suponer se trata de votantes de la propia Coalición molestos pero que jamás votarían al FA.
¿Cómo lo fundamento?
Es simple. La propia filosofía de oposición que le planteó en estos años Fernando Pereira y sus acólitos al gobierno no ha hecho otra cosa que consolidar una polarización. Esa metodología de combate te lleva tal vez a sumar algún punto porcentual pero también te consolida un statu quo de país partido al medio y “agrietado”.
Y volviendo a la apelación al olfato político: cuando se aproxime la hora de la reflexión ¿la gente apostará al que me terminó defraudando luego de 15 años de promesas incumplidas?
O ¿renovará el crédito de estos “coaligados imperfectos” que sortearon “las 7 plagas” con aceptable nota?
Las encuestas no son buenas o malas per se. Pero no tengo dudas que recogen estados de ánimo y estos son cambiantes. El Frente Amplio parece estar jugando el rol de cónyuge que le pide a su pareja una segunda oportunidad luego de una traición. Ese “ahora soy distinto y haré las cosas bien” tal vez le funcione 8 meses antes pero dentro del cuarto secreto hay un porcentaje silencioso de orientales que responderá con buen criterio al mandato histórico del “sabremos cumplir”.
El relato sobre errores del gobierno y errores propios indisimulables pueden ser una buena razón de descontento. Pero a la hora del voto los logros de este tiempo en comparación del despilfarro frentista y su “manejo dispendioso de fondos públicos” no tengan dudas que volcaran las urnas hacia la sensatez.