Es posible la concordia

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En su excepcional “Anatomía de un instante” Javier Cercas relata un momento decisivo de la vida de la España moderna: el ingreso en 1981 del Teniente Coronel Tejero a la sesión del Congreso que investía al Presidente Calvo Sotelo.

Ese intento desestabilizador de las instituciones democráticas desencadenó una tremenda balacera. Habían trescientos cincuenta diputados en ese momento. Todos se escondieron detrás de sus bancas.

Perdón, todos no.

Tres permanecieron sentados o se pusieron de pie. Uno de estos era el expresidente del gobierno, Adolfo Suárez.

Suárez es uno de los constructores de la España moderna. Falleció en 2014 y fue enterrado en Ávila. En su tumba hay una lápida que dice “La Concordia fue Posible”.

El principal aeropuerto de la Madre Patria, Barajas, hoy lleva su nombre.

Si bien ese momento de valentía que tuvo en el Congreso es el más recordado y mediático hay otro por el que los historiadores lo destacan.

Lo llaman “un momento de luz, acaso un chispazo“ que convenció a los españoles que su patria podía ser democrática y pujante.

Adolfo Suárez, siendo Presidente del gobierno español, en ese chispazo concretó los Pactos, porque fueron dos, conocidos como “de la Moncloa”.

Cuatro años antes del ingreso de Tejero al Congreso, en el otoño de 1977 España tenía serios problemas: inflación, gobierno con poco apoyo, manifestaciones en las calles y una economía que no crecía.

Suarez llegó al gobierno sólo con el 35% de los votos. Parecía no tener posibilidad de solucionar los problemas. Sin embargo, tornó la dificultad política de no tener mayorías para gobernar en fortaleza.

Tuvo que pensar más allá de lo inmediato y de su propio Partido. Convocó a los partidos políticos, Sindicatos, Cámaras empresariales y actores sociales a un gran pacto. Por el mismo se obligaron a seguir un programa político y económico.

Para suscribir el Pacto todos hicieron concesiones. El resultado del consenso, del acuerdo, fue enorme.

El impulsor de los mismos, junto al Presidente Suárez, fue su Ministro de Economía, Enrique Fuentes Quintana. Este afirmaba que no debía buscarse una política basada en una ideología en particular sino en la renuncia de algunos principios para lograr el bien común.

En un impresionante discurso Fuentes Quintana dijo que “el camino es la negociación. El país ha mostrado un deseo inequívoco e irreversible de renuncia a la imposición como vía para resolver los conflictos, porque la oposición es parte del poder. Los problemas planteados son problemas que afectan al interés nacional y que exigen para su solución la participación de todos los grupos y de todos los partidos”.

En el Uruguay de hoy necesitamos un Pacto de ese tipo para algunos temas urgentes. Como la lucha contra el narcotráfico y la violencia e inseguridad que trae.

Es una actividad delictiva que está horadando las bases mismas de nuestra convivencia y orden social. Estar en contra de ella no es un tema de ideología o de partido.

Estamos todos de acuerdo en enfrentarla.

No hagamos de ello un tema partidario. Unámonos todos contra el mismo. Hay que invertir mucho para derrotarlo. No tanto como lo que tendremos que invertir en el futuro si no lo hacemos hoy.

Combatirlo no depende de si uno es blanco, cabildante, independiente, frenteamplista o colorado, empleado o patrón. Todos estamos en contra. Mandemos el mensaje claro, contundente y tomemos las acciones.

Podremos tener alguna diferencia de cómo encararlo pero no en que debemos derrotarlo.

Desterrémoslo del Uruguay.

Este pacto debe contemplar inversión en infraestructura y recursos, la política en materia de seguridad, la actuación de las fiscalías, el lavado de activos, la coordinación internacional, el control parlamentario de la inteligencia, la lucha contra la corrupción que trae y hasta la reforma de normas del Código Penal.

Debe ser prioridad.

Un Acuerdo en el que todos cedemos un poco y buscamos de forma pragmática los caminos que permitan avanzar más allá de las diferencias lógicas y humanas que tenemos.

Un Pacto por el Futuro que ponga el acento en las coincidencias y no en nuestras diferencias. Porque existen las primeras que son mayores que las segundas.

Llegó el momento de dejar de cerrar el puño. De extender la mano. De cambiar el ceño fruncido por la mirada de esperanza y de buscar lo que nos une y no lo que nos separa.

Discutamos con pasión pero acordemos de forma pragmática para derrotar a ese mal que no para de crecer aquí y en el mundo

Dejemos de lado, en principio, lo que nos separa. Hagamos, como decía Francisco de Asís, primero lo necesario, sigamos por lo posible que pronto nos encontraremos haciendo lo imposible.

Empecemos por hacer lo necesario que terminaremos logrando lo imposible de derrotar al narcotráfico.

Si lo hacemos no solo habremos construido una sociedad mejor y vencido la mayor amenaza que tenemos.

Escribiremos en la piedra que “la concordia fue posible”.

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