Esperanzas y alertas

La próxima asunción del nuevo gobierno despierta ilusiones y temores. Los quince años del FA en el poder parecen descartar la eventualidad de modificaciones económicas básicas a corto plazo. La incógnita radica en el largo. Pese a que el devenir histórico superó un pasado de opuestos modelos económicos, en Uruguay la mayoría de los partidos de la coalición ganadora continúan sin asumir esa realidad.

Si bien en sus anteriores administraciones y con otra conformación interna, aún sacrificando tradición y programas, el Frente se ha movido respetando los parámetros del capitalismo, esto siempre le generó una compleja contradicción entre lo que hace y aquello a lo que apuesta. Una deficultad que no solo se manifiesta en diferencias entre sus partidos, sino, lo que es mucho más grave, al propio interior de los mismos, generando una titubiante y particular política económica: la convicción, programáticamente formulada, de que cuando las condiciones lo permitan, se superarán indeseadas transiciones, para desembocar en una luminosa infraestructura material socialista. Un desenlace que alumbra la historia.

No estamos sugiriendo que el actual modelo, que obligado, el Frente no tiene otro remedio que suscribir, implique necesariamente que todo queda librado al mercado y que ello, cuando se pueda, justifique eliminarlo. De últimas este es, mayoritariamente, el pensamiento frentista. No entienden que no es lo mismo aceptar que el modelo capitalista genera externalidades, que chocan con la equidad y el propio desarrollo por lo que exige correctivos (algo que, dicho sea de paso, niegan los populismos liberales), que sostener que el mismo, aún cuando ello ocurra tras un ciclo temporal extenso, será sustituído en el futuro por una economía centralizada, sin propiedad privada. Una y otra estrategia suponen económica y culturalmente regulaciones, intervenciones y limitaciones inevitablemente diferentes aun en el corto plazo. Una cosa es Arismendi, otra Keynes y otra Milei. Pero veamos ejemplos.

El próximo Ministro de Economía, en actitud sensata, propuso eliminar la indexación de los salarios, si bien no se explayó respecto a cuales y con que sustituciones. Se trató de un comentario general sin especificidades que atiende a una regla básica del combate a la inflación y por tanto al buen funcionamiento de cualquier mercado. Pero que además no necesariamente supone rebaja salarial, solo elimina un mecanismo general automático y ciego. Sin embargo, al instante, como si de un vendaval se tratara, estalló el descontento de la masa frentistas. La sugerencia, se gritó, era indadmisible, contraria a los programas y a los fundamentos de la coalición.

De hecho una reacción esperable, atendiendo a las metas ideológicas finales de un combinado político que no vacila en designar un Ministro de Trabajo que fue de por vida dirigente de la central obrera y al unísino destacado integrante del peculiar Partido Comunista Uruguayo. Otras nominaciones en entes o en el área de la enseñanza, parecen perseverar en igual camino, otorgando poder a figuras identificadas con el radicalismo sindical. El mismo que rechaza las vitales inversiones externas. No pretendo con estos comentarios augurar cataclismos, únicamente aclarar cuál es la actual realidad de nuestro próximo gobierno.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar