Faltan 52 días para la primera vuelta de las elecciones nacionales. Hay pasividad ciudadana. No se ven pegotines, intercambios de bocinazos, balconeras, tribunos cautivantes rodeados de multitudes. Somos escépticos respecto de encuestas presidenciales que cerca erraron como a las peras con Bolsonaro y Milei. Atribuimos la calma a que Uruguay es la mejor democracia continental y el país con más alto nivel de vida de Latinoamérica, pese a sus dificultades. Lo dicen estadísticas indiscutibles y la estabilidad social en que vivimos. Esto la gente lo sabe y explica la citada calma. Para la impenitente agitación frentista -notoria caterva de llorones biencomidos y compulsivos- vivimos en el infierno.
La contradicción interna de la entente socialista es monstruosa. Su aguerrida vanguardia tradicional, el comunismo, que mandó dirigentes como veedores a las elecciones venezolanas, dijo por boca de uno de ellos, Roy Corbo, que fueron maravillosas y que: “¡Ojalá Uruguay tuviera el sistema electoral que tiene Venezuela!” (sic). Podrían citarse al infinito macaneos similares de otros conspicuos personajes de la estirpe, pero… no hay espacio. La pirámide de Egipto contemporánea del daño “progre” al Uruguay es el plebiscito soviético contra la ley de reforma de seguridad social. Mucho se ha dicho sobre la atrocidad que implicaría de prosperar la vil iniciativa. Lo nuevo es que 112 economistas, integrantes de la entusiasta gallina ponedora de impuestos frentista, se han tirado de punta asustados contra el adefesio comunista conscientes de la descomunal catástrofe que la iniciativa implica para la economía y la paz nacional. Doblemente valioso, sabiendo en esta academia pernoctan las iniciativas del IVA personalizado, el impuesto de herencias confiscatorio, los incrementos al patrimonio, el ataque tributario al agro, y beldades afines. La causa más frecuente de divorcio son las riñas y disputas que hacen imposible la vida en común. ¿Habrá divorcio en esta pareja entre delirantes y cautos? Debería, pero… el soñado botín electoral es más fuerte.
El mundillo gris de lo zurdo políticamente correcto ha vivido otra “piccola” conmoción. El pasaje desde un panel informativo de la televisión privada a una candidatura senaturial con los tupamaros, de una locutora cuya militancia frentista furibunda era conocida por todos. Militancia mata obviamente a periodismo objetivo. A principio de este siglo, cuando el cleptómano y represor tirano venezolano Hugo Chávez recorría en beneficio de un liderazgo personal el continente en tiempo de bonanza petrolera, en un almuerzo en Uruguay compartieron mesa principal con el bolivariano, Blanca Rodríguez y Federico Fasano (dueño entonces del panfletario periódico La República). El compromiso de la locutora hace rato trascendía fronteras (“Petrodiplomacia”; Martin Natalevich; pág. 65; 2024; ed. Planeta). Lo ocurrido es solo el cambio de un asiento, por posiblemente otro.
Mientras tanto el candidato presidencial del conglomerado frentista sigue integrado al sector de opinión pública de “no sabe, no contesta”. Un escuchado programa radial le ha bautizado” ¿Or-si u Or-no?”. Estas y otras realidades respecto de la oposición traen a colación una imagen desarrollada años atrás por el Dr. Tabare Vázquez (aludiendo a otro tema). Señoras y señores: “Estamos ante un manicomio administrado por sus pacientes”.