En teoría se considera “pleno empleo”, cuando toda la población que desea trabajar lo hace. Este ideal teórico es notorio que no se cumple en nuestro país. En términos prácticos, la ciencia económica acepta que existe pleno empleo, aun en presencia de cierto nivel de desempleo, el cual nunca será cero. En cualquier tiempo y lugar habrá un desempleo friccional, es decir, personas que están desempleadas durante un intervalo de tiempo que cambian de un empleo a otro. A veces también se considera pleno empleo a situaciones en las que existe algún tipo de desempleo estructural, desempleo que no mejorará por el simple crecimiento económico.
Dado que las personas no somos un commodity fungible, muchas personas pueden buscar trabajo sin éxito en economías que se encuentran en un muy buen momento del ciclo económico. Esto se da por no estar calificada para los puestos de trabajo que se ofrecen. En el mundo y, en particular, en Uruguay, vemos una transformación relevante del mercado laboral en los últimos años, con la destrucción de puestos de trabajo de baja calificación y creación de nuevos puestos de trabajo de calificación media y alta.
Los datos de empleo de los últimos años han sido bastante buenos y se asemejan bastante a la del “pleno empleo” en este sentido más amplio. Estamos con niveles récord de personas trabajando y el salario real más alto en 50 años. Cuando tengamos los datos completos, veremos que el último trimestre de 2024 fue un período récord de consumo privado. El año cerró con 105 mil personas más trabajando que cinco años antes, con niveles de actividad y empleo cercanos a los máximos de 2014.
¿Alguien realmente cree que esto puede mejorar sustancialmente inflando la demanda y presionando el salario? No habrá mejoras sustanciales del mercado laboral, sin abordar sus problemas estructurales. En el 2002 teníamos a cientos de miles de trabajadores perfectamente capacitados que no encontraban empleo.
Hoy no es así.
Ojo, esto está lejísimos de querer decir que no hay problemas de empleo en Uruguay. Por el contrario, hay grandes problemas aún. En particular, son muy notorios y marcados entre las personas jóvenes y de baja calificación. Lo que quiero decir es que hay muy poco margen para aspirar a mejoras sustanciales del empleo y del salario sin abordar esos desafíos.
Todo está conectado, pero para un mercado laboral más saludable hay dos deberes muy claros: mejor formación y una regulación laboral más moderna. Ayer mismo confirmamos que se va de Uruguay una planta industrial que emplea 1000 personas. Una realidad que conecta con los dos problemas. La rigidez y conflictividad laboral fueron notoriamente uno de los desencadenantes de la decisión, y el grueso de estos trabajadores ahora desempleados tendrán muy difícil su reinserción en los sectores dinámicos, dada su formación.
Quien cree que tirando más plata a la economía logrará mejoras significativas del empleo se equivoca.
El que no mire a la cara los problemas estructurales del mercado laboral no tiene ninguna chance de satisfacer las grandes expectativas de bienestar material que la sociedad uruguaya tiene.