Los partidos europeístas todavía están asimilando los resultados de las elecciones que se celebraron el pasado 9 de junio. Desde hace tiempo la tendencia al alza de la extrema derecha ya era un síntoma inquietante, pero ahora es una realidad que se ha asentado en buena parte de Europa.
La ola del populismo ultraderechista se ha hecho sentir, especialmente, en Alemania, donde el ascenso del partido filo nazi (Alternativa para Alemania) ha debilitado al gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz, y también en Austria e Italia, donde la primera ministra Georgia Meloni (que se desmarca de los alineamientos de la ultraderecha con su apoyo a Ucrania) refuerza su liderazgo; pero el gran varapalo ha sido para el presidente francés Emmanuel Macron, quien, desde el centro moderado y defensor a ultranza del europeísmo, ha tenido que admitir la derrota por el avance de Agrupación Nacional (AN), partido que encabeza Marine Le Pen. Con más del 30% de los votos franceses a favor de su candidato para el Parlamento Europeo, el joven de 28 años Jean Bardella, la heredera del Frente Nacional saborea un posible triunfo en 2027.
Consciente del abismo que representa para las fuerzas moderadas la innegable victoria de la extrema derecha, Macron decidió disolver la Asamblea General y ha convocado elecciones que se celebrarán en dos rondas (30 de junio y 7 de junio). Con ello, el líder del partido liberal Renacimiento pretende frenar esta ola, invocando un bloque que agrupe a centristas, socialdemócratas y ecologistas. Supone un gran riesgo movilizarse en tan poco tiempo con el fin de poner dique a los guiños de los más conservadores a la ultraderecha y, por su parte, la alianza de la izquierda con la extrema izquierda que representa Jean-Luc Mélenchon.
En los pocos días que quedan para estos comicios, Macron y sus socios tienen un gran reto por delante: ponerle bozal a una corriente populista cuyos dos extremos, paradójicamente, coinciden en su empeño por cargarse los logros en el ámbito de la UE, son más propensos a aliarse con Vladimir Putin que con Volodímir Zalenski, desconfían de la inmigración por los puestos y oportunidades que supuestamente les quitan a los nacionales y, en esencia, diseminan una retórica que arremete contra los mecanismos de las democracias tradicionales bajo la promesa de una regeneración “antisistema”. Un credo, por cierto, que entronca con el movimiento trumpista en Estados Unidos, con el desconcertante elemento en el caso del expresidente Donald Trump de que este representa las élites del capitalismo desde la cuna.
Indudablemente, preocupa el crecimiento de los populismos en Europa, con la pujanza de una extrema derecha que hace saltar las alarmas en lo referente a un resurgimiento del fascismo. Macron, quien hará todo lo posible por no verse obligado a compartir el poder con el lepenismo tras estos comicios anticipados, ha advertido, “Europa puede morir”. Antes de las elecciones al Parlamento Europeo, un grupo de supervivientes del Holocausto escribió una carta dirigida a quienes iban a votar por primera vez: “Para millones de vosotros, esta consulta europea es la primera elección de vuestras vidas. Para muchos de nosotros podría ser la última. En el pasado no pudimos evitar el nazismo, pero vosotros lo podéis impedir hoy”. Francia y toda Europa vuelven a confrontar los fantasmas de ayer.