Evento de extinción

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El cambio tecnológico no es una novedad. La novedad es la aceleración del ritmo de cambio. Entre los primeros desarrollos de la escritura (aprox. 6000 a.C.) y la imprenta (aprox. 1500) pasaron más de 7000 años. Entre el descubrimiento de la pólvora (aprox. 1000) y la energía atómica (aprox. 1945) pasaron casi 1000 años. Entre la fotografía (aprox. 1825) y la televisión (aprox. 1925) pasaron 100 años. Entre el descubrimiento de la estructura del ADN (aprox. 1955) y el desarrollo de la tecnología CRISPR de edición genética (1987) pasaron más de 30 años. Entre la telefonía celular (aprox. 1977) y la Internet web (aprox. 1991) menos de 15 años.

Más recientemente parece que surgieran nuevas tecnologías de gran impacto cada pocos meses. En pocos años la analítica de datos se transformó en una de las técnicas y empleos de mayor demanda en el mundo. El blockchain parecía que dejaría obsoletas a las monedas e instrumentos de inversión tradicionales. Los NFTs (Non Fungible Tokens) crearon nuevos mercados de arte digital. Las técnicas de ARN mensajero (MRNA) permitieron desarrollar vacunas contra el covid-19 en tiempo récord.

Cada cambio tecnológico importante genera incertidumbres y temores. La computación es una de las tecnologías que generaron temores desde su inicio a mitad del siglo XX. Una de las ramas de la computación, la inteligencia artificial, ha generado temores existenciales sobre el futuro de la humanidad. Estos temores se acrecentaron recientemente con el vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial generativa, que en los últimos meses sorprendió al mundo con programas que parecen entender y escribir (o dibujar) como si fueran personas.

Algunas personas (entre ellos Alan Turing, el padre de la computación moderna, Elon Musk, propietario de Tesla y Twitter, y Sam Altman, creador de ChatGPT) piensan que debemos evitar que existan máquinas que piensen y actúen más rápido que los humanos porque podrían llevar a un “evento de extinción”. Según esta visión, la especie humana domina a las demás especies por su mayor nivel de inteligencia. Si surgieran máquinas más inteligentes que los humanos, nuestra posición como especie dominante peligraría.

Los riesgos de extinción de la especie humana parecen exagerados, hay riesgos reales más concretos. Por ejemplo, que las respuestas o acciones de las inteligencias artificiales contengan sesgos raciales, religiosos, ideológicos, de género o de otro tipo difíciles de detectar y que pueden afectar desde la selección de personal, la formación de parejas o el reconocimiento facial. O que la capacidad para generar videos o simular voces permitan aumentar la desinformación y la manipulación de personas a niveles mucho mayores. O el desafío que implican para la propiedad intelectual como la conocemos hasta ahora.

En mi opinión, la disrupción más importante que tendremos que enfrentar en la era de la inteligencia artificial generativa es epistemológica. La inteligencia artificial generativa con su capacidad de escribir (y resumir, traducir y editar) automáticamente puede cambiar nuestra relación con el conocimiento de manera trascendente.

Por ejemplo, será menos necesario leer textos ya que las personas podrán obtener automáticamente resúmenes y respuestas a preguntas puntuales. Es difícil predecir cual será el efecto sobre la comprensión humana si cae en desuso la lectura de textos completos. Es posible que se acreciente la “ilusión de conocimiento”, un peligroso sesgo cognitivo muy estudiado en psicología por el cual las personas que acceden a información superficial y fragmentaria sobre un tema (al estilo de posts en las redes sociales, por ejemplo), piensan que saben más de lo que realmente saben. En un mundo donde todos tengan acceso a las inteligencias artificiales generativas será cada vez menos necesario escribir, porque las máquinas producirán automáticamente cualquier texto que necesitemos. Esto parece útil, pero es peligroso.

Escribir y pensar son actividades cognitivas interrelacionadas. Cuando revisamos lo que escribimos, estamos al mismo tiempo revisando y refinando lo que pensamos. No se puede escribir sin pensar. Escribir permite dar forma, orden y validación a pensamientos que al principio son superficiales e inconexos. Escribir brinda estructura al pensamiento en frases, párrafos, páginas e historias.

Las habilidades de escritura son la expresión de nuestra capacidad para organizar pensamientos, para evaluar ideas, para razonar y reflexionar. Si delegamos a las máquinas la tarea de escribir, estamos perdiendo también el proceso por el cual elaboramos nuestro pensamiento, generamos nuestro aprendizaje y desarrollamos nuestra capacidad crítica. ¿Qué puede pasar con nuestra originalidad y nuestra imaginación si se debilita nuestra capacidad de pensar? Tecnologías anteriores devaluaron capacidades humanas, la fuerza humana perdió valor con la energía mecánica o eléctrica, la velocidad perdió valor con los vehículos, la capacidad de calcular mentalmente perdió valor con las calculadoras, la capacidad para leer mapas dejó de ser valiosa con el GPS.

El gran riesgo es que, en un mundo donde escribir ya no sea necesario (o sea solo una actividad artesanal de minorías), la calidad general del pensamiento decaiga con consecuencias difíciles de predecir. Deberíamos usar estas herramientas para mejorar nuestras habilidades, no para reemplazarlas. En último análisis, el peligro no es que las máquinas se vuelvan más sofisticadas, sino que los humanos nos volvamos menos inteligentes. Este “evento de extinción” epistemológico es el que nos debe preocupar.

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