Evitar la debacle

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Siempre es desafiante leer a Miguel Pastorino. El filósofo compatriota acaba de publicar una columna en el semanario Crónicas con un título revelador: “¿Batalla o debacle cultural?”. Parte de la base de la actual polémica sobre la necesidad de una batalla cultural y se pregunta hasta qué punto podemos hablar de esto y no de una lisa y franca decadencia, a todos los niveles: “El problema más grave no está en estos debates, sino en la debacle cultural que viven nuestras sociedades y de la cual o salimos todos juntos, conviviendo con las saludables diferencias, o seguiremos amplificando el deterioro intelectual y moral que aqueja a todos los sectores, donde deberíamos esperar más racionalidad, reflexión, madurez y responsabilidad. La superficialidad y la simplicidad con la que se abordan los temas es espeluznante”.

Esta observación vale para las más diversas temáticas. Desde los políticos que postulan una falsa oposición entre crecimiento de la economía y voluntad distributiva, como si no fueran dos aspectos complementarios, hasta quienes argumentan a partir de prejuicios falsos, como eso de que si estás en contra de la eutanasia, debe ser porque sos creyente de una religión perimida.

Miguel lo dice claro: “Se necesitan espacios desinfectados de política partidaria, espacios donde haya ideas que estén por encima de las sectas emotivas identitarias”. Desmonta uno a uno los preconceptos que tiñen de frivolidad las discusiones públicas: la aceleración de Tiktok versus el tiempo que debe dedicarse a la reflexión, el olvido de las raíces culturales, el imperio de una subjetividad hedonista, el relativismo, la desidia intelectual y una visión limitadamente pragmática que empobrece el análisis de realidades complejas… Opina que “una cultura donde prolifera el entretenimiento sin contenido, donde se fomenta la pereza para pensar, la superstición y el pensamiento mágico, donde la ansiedad por pasar de un tema a otro lleva a una constante superficialidad en la mirada sobre la realidad, hace cada vez más difícil reflexionar con seriedad y responsabilidad para jerarquizar mejor los problemas y la agenda pública”.

Es imprescindible poner razón y corazón en remar a contracorriente de esta deriva oscurantista. Frente al signo de interrogación que se abre con el nuevo gobierno, cabe preguntarse cuánto quedará de la transformación educativa de este período.

No debería darse marcha atrás en el fomento de la lectoescritura y los saberes humanísticos. Durante esta administración, el Plan Educativo-Cultural de ANEP, dirigido por Horacio Bernardo, realizó concursos liceales de debate a escala nacional, una herramienta imprescindible para fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de argumentar de manera informada y reflexiva. Avanzamos entre ANEP y el MEC con los Clubes de Arte, para que los chiquilines de todo el país tuvieran instancias de creación artística en equipo. Desde el MEC, llevamos talleres gratuitos a los 19 departamentos y abrimos más de 40 centros culturales nacionales, en coordinación con los gobiernos departamentales (no en competencia con ellos).

Sería muy importante seguir en ese trillo, con menos camiseterismo partidario y más visión de largo plazo. Tal vez así volvamos a tener debates culturales serios y no meros intercambios de improperios desde estúpidas trincheras digitales.

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