Hoy, varios meses antes de la elección mediante la cual la ciudadanía elegirá entre no derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, o de lo contrario hacerlo, estamos siendo testigos de una campaña -principalmente por parte de quienes pretenden derogarlos- que día a día desciende su nivel. Son la mentira, la manipulación y la desinformación parte de la oferta diaria.
Si se manipula la información usando al pabellón nacional, se está faltando a la verdad bajo la bandera de todos los uruguayos. ¿Qué nos pasó? ¿Qué les pasó? ¿Qué lugar asume el frenteamplista honesto? De quienes, no tengo dudas, siguen en la fuerza política, ¿cómo es que lo permiten? A veces parece que para quienes entienden que esta es la forma correcta de hacer política, no existiera un mañana.
Como a tantos y a tantas me preocupa que tras tanta ebullición, logren terminar polarizando a la sociedad uruguaya. No lo podemos permitir. Si hay algo por lo que sistemáticamente batallamos es por no llevar a la política al punto que es tan cómodo y rentable para algunos: el punto de partir el país en dos.
Y que no se confunda, polarizar la sociedad no es similar a la existencia de desacuerdos, de visiones e ideas diferentes, canalizadas mediante mecanismos democráticos como sucede, por ejemplo, en el caso de un referéndum.
La polarización busca enfrentar uruguayos con uruguayos, cargando motivaciones negativas al que piensa distinto e intencionalidades que atacan directamente a quienes ellos dicen defender; polarizar es quedarse con la peor versión de aquello con lo que discrepamos, generalizando y haciendo de ello la regla.
Yo no le tengo miedo a la discusión. Es más, estoy convencida de que discutiendo mejoramos, crecemos y entendemos un poco más la realidad que antes de hacerlo.
Se vuelve imposible entonces no recordar a Wilson: “sentirse integrante de una nación equivale a compartir un esquema de ideas, que no quiere decir una unanimidad ideológica. A veces el esquema radica precisamente en el respeto a la discrepancia”. Perder ese esquema del respeto a la discrepancia, en un marco inconfundiblemente uruguayo, es lo que no podemos permitir.
El día después del referéndum, al igual que todos los días que nos quedan por delante, desde la coalición de gobierno, pero particularmente desde el Partido Nacional, tenemos una tarea de la cual no podemos perder el foco ni un segundo: seguir gobernando. Es por eso, que no nos dan lo mismo las formas mediante las cuales se defienda en este caso la Ley de Urgente Consideración.
Debemos seguir adelante, seguir planificando, seguir haciendo Patria y no hay mejor manera de lograrlo que buscando coincidencias para seguir construyendo grandes mayorías. La propia LUC fue un gran ejemplo de dicha construcción; más de la mitad de su articulado fue votado por todos los partidos políticos, oficialismo y oposición.
Cuando escuchamos que la ley en cuestión se trató de una ley antidemocrática, hecha a espaldas del pueblo y antipopular, yo me pregunto: ¿cómo se hace para que el 52% de los artículos sean elaborados correctamente, sean democráticos y sean populares, mientras que el 48% restantes de la misma ley no? ¿Y los artículos 56, 135, 136, 235 y 236 que fueron votados por el Frente Amplio y ahora se pretenden derogar?
En política no vale todo. No confío ni respeto a los que hacen una cosa en la comodidad de sus bancas, y después salen a dividir a la sociedad, descuidando y dañando a nuestra democracia.
Cuando dicen que la LUC no es Uruguay, reitero que no solo no estoy de acuerdo con tal afirmación, sino que tampoco el Uruguay se limita solamente a la LUC. Este debate puede dejar muchas veces por fuera a miles de uruguayos en cada rincón del país, preocupados por sus necesidades, por sus problemas reales.
Es por el respeto que le tenemos a la ciudadanía y a sus problemas diarios, esos que preocupan y ocupan al gobierno, principalmente al Presidente de la República, problemas que la LUC resolvió e intenta resolver, que debemos mirar más allá de la discusión de un eslogan. Esta tarea no solo involucra a los militantes que integramos los partidos que respaldan al gobierno, sino también a los militantes de la oposición.
Digámoslo todo, nos debemos el debate serio y responsable. Quienes estamos seguros de nuestras convicciones no tenemos por qué reafirmarnos en otra cosa que no sean argumentos verdaderos, ni en decir una cosa por otra.
Tengamos campañas fuertes, sí, pero honestas. Hay un día después del referéndum. Hay un mañana.