Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español” de 2016, con 481 páginas y escrito por María Elvira Roca Barea, es uno de los ensayos históricos más vendidos en estos cuatro años en España: superó los 100.000 ejemplares.
Es un libro que despertó mucha polémica y cuya lectura es ideal para las reflexiones de verano.
Roca analiza el vínculo estrecho entre imperios y leyendas negras que son, según ella, “inseparables parejas”. Pasa revista así a las leyendas negras, es decir, a los prejuicios y opiniones desfavorables y generalizados que rodean a esas organizaciones políticas independientes, de extensión no menor a un millón de kilómetros cuadrados, que por muchos siglos fueron los grandes protagonistas de la historia y que son los imperios. Y si bien presenta distintos casos históricos, centra su atención en la hispanofobia.
El viaje histórico es apasionante. Roca pone en perspectiva la hispanofobia en Italia, con relación a las guerras de religiones y en particular para los casos alemán, inglés y holandés. No escatima argumentos para subrayar lo que entiende es “el mito de la Inquisición” y la propaganda antiespañola en América. Y en la tercera parte de su ensayo centra su atención en la leyenda negra desde la Ilustración hasta nuestros días, lo que implica entrar de lleno en la época más moderna a partir del siglo XVIII, y en las décadas en las que estas tierras se fueron independizando de España y asumieron, en el siglo XIX, su propia personalidad internacional.
Para quienes somos hijos intelectuales de esa Ilustración en mucho afrancesada, y que respiramos el aire de una España en decadencia, luego del largo proceso iniciado por su derrota en la guerra de Cuba, por su sangrienta guerra civil y por su extensa dictadura franquista, los argumentos de Roca resultan inteligentes, bien expuestos y, lo más importante, removedores. Se salen de la visión trillada de siempre sobre estos asuntos.
Una buena lectura del libro de Roca obliga a revalorizar herencias culturales relevantes y positivas que nos vienen de España; a mirar de manera forzosamente distinta a la concepción política de la metrópoli imperial de la cual provenimos históricamente -las diferencias entre el imperio español y el inglés en América resultan así muy esclarecedoras, incluso para entender mejor ciertos procesos sociales globales actuales-; a entender mejor la larguísima desintegración de la América hispana que terminó alumbrando las estructuras de Estados nacionales que hoy conocemos; y a fijarse con otros ojos en Latinoamérica, en la dicotomía Ariel- Calibán, y en la modernidad hispanofóbica de fines del siglo XIX e inicios del XX.
La propaganda, la calumnia, la envidia, la superioridad racial, las batallas religiosas, la identidad, el vínculo espiritual y político a la tierra, la legitimidad del gobierno: todos temas sustanciales que interesan a cualquiera que guste de la política y que son tratados con brío por Roca. Por supuesto, las lecturas de “El sueño del imperio” de Darwin o de “Imperios del mundo atlántico” de Elliott, por ejemplo, permiten profundizar más en el tema de los imperios.
Sin embargo, el mérito mayor se lo lleva el libro de Roca, por su carácter original, disruptivo y removedor.