Futuro promisorio

Todo indica que la producción de hidrógeno debería verse como una gran oportunidad a abrazar.

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Nuestro país puso en marcha su segunda gran transformación energética, como estrategia fundamental para consolidar la aplicación de un modelo de crecimiento económico que sea sustentable, y cada vez más bajo en emisiones.

No alcanza con estar en la vanguardia mundial en energías limpias, con un impresionante 97% de la demanda eléctrica cubierta por energías renovables (45% hidroeléctrica, 32% eólica, 17% biomasa y 3% solar), porque a pesar de ello debemos recordar que algo más del 40% del consumo de energía total del país corresponde a fuentes fósiles -especialmente en el sector del transporte y la industria.

Esta realidad coloca sobre la mesa de planificación estratégica nacional, un punto importante a considerar. Además de las emisiones de GEI que genera el uso de los fósiles, nuestro país carece de gas y petróleo; por lo tanto debe importarlos pagando los caprichosos precios internacionales.

Resulta obvio subrayar la importancia que tiene continuar avanzando, con mucha decisión y firmeza, hacia una matriz energética decididamente sostenible, implementando una política de Estado caracterizada por el marcado predominio del uso de fuentes autóctonas y renovables.

Hay que decir que en eso estamos dando algunos pasos muy interesantes. Uno de ellos es el desarrollo de una economía de hidrógeno verde, porque en el país se dan las condiciones ideales para su producción. Por varias razones el uso del hidrógeno como combustible es de vieja data, tanto para dirigibles, coches, como naves espaciales. Se trata del elemento químico más abundante de la naturaleza. En estado gaseoso es inodoro, incoloro e insípido, pero combinado con el oxígeno forma el agua.

Su producción con fines energéticos se realiza descomponiendo la molécula de agua en O2 y H2. Se trata de una fuente de energía limpia; solo emite vapor de agua y no deja residuos en el aire. Por lo tanto es 100% sostenible ya que no emite GEI ni durante la combustión, ni durante el proceso de producción.

Otra de sus ventajas es que es de sencillo almacenamiento, lo que permite transportarlo con facilidad. Además es un combustible versátil debido a que puede transformarse tanto en electricidad como en combustibles sintéticos de uso en la industria, el comercio y el transporte.

Pero el H2 también tiene sus contras. Por ahora sus costos de producción resultan más elevados que los de otros combustibles. También demanda elevados requisitos de seguridad por ser muy volátil e inflamable. A pesar de ello su uso ya es una realidad en las economías más fuertes del planeta -creciente demanda-, de ahí el auspicioso presente y futuro que se le atribuye. Volviendo a nuestro país, todo indica que la producción de H2 debería verse como una gran oportunidad a abrazar, no solamente como parte del proceso de descarbonización de la matriz energética nacional, sino especialmente como un salto cualitativo en la producción de bienes de alta demanda internacional a partir de insumos que son abundantes en nuestro país.

¡Quién lo diría! Por este camino, iremos concretando a paso firme aquel gran sueño -que parecía imposible e inalcanzable- de lograr nuestra independencia energética.

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