CARLOS MAGGI
Cuando la "Comisión de notables" nombrada bajo la presidencia legítima de Gabriel Terra, aconsejó en 1931, racionar las divisas, porque no había medios de pago para hacer frente a todas las obligaciones internacionales; recién la gente apreció la magnitud de los estragos que la crisis le había inferido a nuestra economía.
"La Gran Depresión" determinó que cada país tomara las máximas medidas proteccionistas; y esa desconfianza recíproca contribuyó para que todos fueran más pobres.
Lincoln Maiztegui, autor de una buena y vasta historia del Uruguay, escribe:
- "Cuando las circunstancias se tornaron desfavorables, a partir de la gran crisis del capitalismo internacional en octubre de 1929, `el país modelo` (creado por el batllismo reformista) reveló su verdadero rostro; su economía se hundió; la realidad social se volvió altamente conflictiva y la estabilidad democrática orgullo de aquella sociedad, se quebró como vara al viento." (1)
Es cierto lo que dice Maiztegui, pero no es enteramente justo. ¿Qué país no se hundió herido por la crisis mundial?
¿En cuál no hubo una situación altamente conflictiva?
En 1931, Europa se debatía, convulsionada por gravísimos conflictos sociales. En Estados Unidos el número de desempleados marcó porcentajes desconocidos.
El tercer reproche refiere a la estabilidad política; en ese aspecto, los regímenes totalitarios que arrasaron Europa, fueron cien veces más graves.
Es cierto que el gobierno colegiado, en la primera ocasión en la cual fue probado, demostró el fracaso de su intención: en vez de dificultar un gobierno de facto, lo provocó.
La tensión insostenible entre el Presidente de la República y el Consejo de Administración resultó contraproducente.
Había 30.000 desocupados en el Uruguay; y la moneda se depreció 60%, en 1931. Las exportaciones eran míseras.
Debido a la política proteccionista de los compradores y la consiguiente paralización de los negocios; nuestros productos habían bajado a la mitad de su precio (diez kilos de lana, cuatro pesos de los depreciados).
Gabriel Terra, el presidente electo, tomó posesión del cargo el 1º de marzo de 1931 y ese mismo día le escribió a la "Agrupación colorada y batllista", que lo había invitado para cambiar ideas:
- "El parecer de la Agrupación no me impondrá directivas de conducta cualquiera que sea el número de votos con que el parecer se adopte, porque tengo conciencia de mi responsabilidad ante al Partido y ante el país; y por lo tanto, mi acción debe sujetarse exclusivamente al compromiso contraído ante la Convención." (1)
La exasperación del clima político anunciaba lo que iba a suceder, dos años después.
La confrontación exacerbada por la crisis, fue agravándose; y tras muchas dudas y maniobras, Terra disolvió las Cámaras legislativas y asumió el poder, el 31 de marzo de 1933. A partir de ese momento el Uruguay adoptaría una política a la defensiva, que por muchos años trabó (sigue trabando) su desarrollo. Fracasaría la industria subvencionada para sustituir importaciones y más fracasarían los controles superpuestos para regular los cambios y el movimiento del comercio internacional.
El proceso totalitario (el Estado dominador de la sociedad) que en Europa estaba a la mitad de su desarrollo (instalado en la Unión Soviética (1917) y en Italia (1922), abarcaría con una u otra ideología, más de la mitad del mundo.
De 1939 a 1945 (segunda guerra mundial) se peleó por la manera de convivir; fue un enfrentamiento entre tres sistemas, incompatibles entre sí.
El comunismo totalitario de los rusos sumado y las democracias occidentales, contra el fascismo italiano y el nazismo alemán.
Durante los primeros años del gobierno terrista, nada cambió en la economía uruguaya, como no fuera un avance de la miseria y un retroceso de la cultura: hubo una moda a la italiana; el fascismo era la novedad que hacía olvidar su faz tiránica, violentista y falsificadora.
Los signos de Terra fueron: la desocupación en la esfera privada; la baja en los sueldos de los funcionarios públicos; el envilecimiento de la moneda.
En 1935, el Ministro de Hacienda, César Charlone, inventó un mecanismo que se aplicó dos veces: revaluar el oro en poder del Banco República y en consecuencia aumentar la emisión sin disminuir el respaldo. Cada gramo revaluado, permitía imprimir más billetes. La seducción del papel moneda instalaría poco después, en la posguerra 39-45, una inflación que figura entre las más largas que se conocen. Y la inflación enferma la economía.
En el principio, Montevideo quedó asombrada ante la multiplicación de la riqueza creada por el revalúo y dio en llamarle con ironía, Fu Manchú, al Ministro Charlone. Fu Manchú, era un chino misterioso de gran éxito en el cine mudo policial.
Tres realizaciones se pueden rescatar en los nueve años que gobernó Terra.
• Bajo su dictadura en 1933 fue redactado un nuevo código penal que entraría a regir en 1934. Ampliaba la cantidad de delitos, preveía algunos tipos penales discutibles, pero no introducía la norma abusiva de moda: la analogía penal.
En Alemania podía ser castigado todo acto que fuera "contra la sana conciencia del pueblo", sin que nadie pudiera saber en qué consistía la sana conciencia del pueblo.
En la Unión Soviética se catalogaba como delito "cualquier acto contrario al espíritu revolucionario", sin que nadie pudiera saber en qué consistía ese espíritu no definido.
El código de José Irureta Goyena (1934) tomado del modelo italiano, solo prevé tipos de conducta bien descritos. Por eso perduró.
• En 1935 se creó la Cooperativa Nacional de Productores de Leche.
La Conaprole introdujo un avance: ofreció, con un producto de consumo preferentemente infantil, la asepsia. Conaprole enseñó que la leche debe ser pasteurizada y proveniente de tambos prolijamente inspeccionados.
Conaprole hizo lo que muy pocos hacen en el Uruguay: amasó el capital que corresponde a una empresa internacional, en dinero y en prestigio. Usó para ello, un monopolio transitorio: abastecer a Montevideo.
• En tercer término Gabriel Terra tuvo una visión de futuro. Bajo su gobierno se puso la piedra fundamental de la represa hidroeléctrica del Rincón del Bonete; y le fue encargado al ingeniero alemán Adolfo Ludin, un especialista mundial, trazar su proyecto.
Poco hizo Terra, para compensar el retroceso cultural que impuso con su dictadura.
En materia económica, abrió el paraguas y esperó tiempos mejores; y cuando llegaron, siguió en la huella por la cual venía: siempre a la defensiva, apocado.
La central hidroeléctrica empezó a funcionar varios años después de la sustitución de Terra en la presidencia, en 1945.
Las dos grandes represas (del Bonete y de Salto) fueron realizadas por regímenes de fuerza.
La razón de este fenómeno inexplicable se puede explicar.
Un gobierno democrático dispone del poder por cinco años; en consecuencia no simpatiza con proyectos a plazo mayor.
Humana flaqueza.
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(1) Maiztegui, Lincoln, "Orientales", páginas 296 y 297.