Donald Trump ganó la presidencia en Estados Unidos, la Cámara de Representantes y el Senado. Arrasó. El mismo acusado de sobornar, de evadir impuestos, estafar a muchísima gente y estar detrás del asalto al Capitolio en 2021, volvió a ganar.
Su victoria tendrá profundas consecuencias en la geopolítica y la economía mundial, pero también en lo social. Porque muchos no votaron a Trump, votaron en contra de los demócratas. Entre otras cosas, de su cultura woke. La arrolladora victoria de Trump es síntoma del rechazo social a esta ideología de buena parte de la población americana, que terminó polarizando todavía más la campaña.
Originalmente “woke” significaba estar “despierto” a las injusticias relacionadas con el racismo en la década de 1960. Pero en los últimos años refiere a la conciencia social o política sobre los temas de justicia social, como la igualdad racial, de género, los derechos LGBTIQ+, ideas muy defendidas por los demócratas y que Trump se ha dedicado a defenestrar.
Ni los diccionarios se ponen de acuerdo respecto a la connotación del término. Mientras algunos lo definen como alguien que está alerta a la discriminación y a la injusticia, otros la definen como alguien que habla demasiado sobre algunos temas de manera irracional o extrema, pero que en la realidad no cambia nada.
Algunos analistas, incluso, dicen que demasiada cultura woke pudo afectar la percepción de Kamala Harris (mujer y negra), en una campaña que estuvo marcada por los intensos debates en torno a la inmigración, la creciente diversidad racial y étnica, la cambiante familia estadounidense, la delincuencia y las cuestiones reproductivas.
Será interesante ver la inauguración del Mundial de fútbol 2026 o de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles 2028 con Trump como presidente y compararlos con París 2024…
Pero no es sólo Trump. A partir de 2022, Disney vive su peor pesadilla. La taquilla cayó en picada y su magia parece desvanecerse. El imperio del ratón hoy está en un desastre económico después de abanderarse con la cultura woke. Lo que parecía al principio una mínima adecuación a las cuestiones identitarias en boga, fue convirtiéndose en una bandera ideológica: incluyeron personajes LGBTIQ+ y de minorías étnicas en sus películas y se eliminaron los pronombres de género en sus parques, entre otras medidas. Incluso la filmación de Blancanieves (que hora es latina y la reina mala es judía), puso a la luz muchas de las contradicciones del problema: resulta que para no etiquetar de enanos a los actores, se prescindió de actores de carne y hueso de baja estatura y se usaron creaciones digitales. Semejante lío se armó cuando los actores enanos se quedaron sin trabajo… Pero más lío tuvieron en 2023 cuando iban perdiendo más de 11 millones de suscriptores, su valor en la bolsa bajó un 40% y tuvieron que despedir a más de 7 mil personas.
Posiblemente todo este rechazo a la cultura woke refleje una sociedad que todavía no acepta la diversidad. Pero también es el reclamo a recordar los problemas de muchos ciudadanos como la seguridad y el trabajo y la falta de soluciones concretas que están quedando en segundo plano frente a una ideología que se percibe como idealismo falso y que terminó siendo rechazada por la mayoría.