Gran desafío para Brasil

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A partir de enero, en el bienio 2022-2023, Brasil volvió a ocupar un lugar no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El Consejo de Seguridad está formado por 15 países con derecho a voto, cinco miembros permanentes con poder de veto (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, China y Rusia) y diez no permanentes.

Será la 11ª vez que el país integrará, como miembro temporal, el órgano más importante, responsable por la seguridad colectiva internacional. La última vez fue en el bienio 2010-2011. Brasil nunca había quedado tanto tiempo fuera del CSNU. En el gobierno del PT, debido al poco interés en los trabajos de la ONU, Itamaraty no trabajó para su reelección como uno de los representantes de América Latina. El período de ausencia de Brasil iría hasta 2033, de no ser por las gestiones de Itamaraty en 2018 para que Honduras cambiase su vez con Brasil, permitiendo así la vuelta anticipada para este año.

De acuerdo a declaraciones del ministro Carlos França, en 2022 y 2023, Brasil delimitará su participación en el Consejo de Seguridad con siete prioridades: Prevenir y Pacificar, Mantenimiento Eficiente de la Paz, Respuesta Humanitaria y Promoción de los Derechos Humanos, Avance de la Agenda de Mujeres, Paz y Seguridad, Coordinación con la Comisión de Consolidación de la Paz, Articulación con Organizaciones Regionales, y Por un Consejo de Seguridad Más Representativo y Eficaz. En los próximos dos años, la actuación de Brasil en el Consejo de Seguridad deberá seguir, en líneas generales, las posturas tradicionales defendidas por Itamaraty. Como no podría dejar de ser, la defensa de las libertades fundamentales será defendida para la búsqueda de paz, asentada en la democracia y la justicia. Para eso, Brasil debería defender la mediación, la diplomacia preventiva y su papel de constructor de paz. Brasil deberá continuar defendiendo las operaciones de mantenimiento de paz y las misiones políticas especiales de la ONU, con mandatos que respalden la interdependencia entre la seguridad y el desarrollo. A lo largo de los últimos 70 años, el país ha participado de más de 50 misiones de paz, con más de 55 mil efectivos militares y policiales. Ejerció el comando de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití durante trece años y el comando de la Fuerza-Tarea Marítima de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas del Líbano durante casi diez años. El respeto por los Derechos Humanos deberá ser defendido para resguardar las libertades individuales y las garantías fundamentales en conflictos armados y por el Consejo de Seguridad en la imposición de sanciones y de otras medidas de apoyo a la paz y a la seguridad internacional. Brasil deberá promover la valorización de la agenda de mujeres, niños y adultos mayores en la búsqueda de paz y seguridad, como aplicación práctica de la prevención y resolución de conflictos y del mantenimiento y consolidación de la paz, que exige igualmente, de forma estructural, el respeto a las libertades fundamentales y a la dignidad humana, incluso la libertad de expresión y la libertad religiosa.

Asumiendo un asiento en el CSNU, con la ONU políticamente vaciada (las crisis en Siria, Irak, Crimea no fueron examinadas por la ONU), Brasil podrá estimular las negociaciones sobre la reforma del consejo, para aumentar su legitimidad frente a los múltiples y complejos desafíos enfrentados por la comunidad internacional. En la última Asamblea General de la ONU, en setiembre, los países del G4, formado por Alemania, Brasil, India y Japón, defendieron la urgencia de la reforma del Consejo de Seguridad por medio del aumento del número de lugares permanentes y no permanentes, para volverlo “más legítimo, eficaz y representativo, al reflejar la realidad del mundo contemporáneo, incluyendo a los países en desarrollo y a los principales contribuyentes”. Los países del G4 son candidatos a un lugar permanente y van a trabajar para el lanzamiento de las negociaciones y de un documento único, que servirá de base para el proyecto de resolución.

Las crisis localizadas (como Rusia-Ucrania) o que puedan generarse por la disputa entre EE.UU. y China (como el Mar del Sur de China y Taiwán), cuestiones concretas (embargo a Cuba) y otras relacionadas con restricciones financieras (pérdida del voto por no pago), el medio ambiente, cambio climático, democracia y derechos humanos, refugiados y, en especial, con la agenda de costumbres, colocarán a prueba la acción diplomática brasileña en sintonía con los principios fundamentales de la Carta de la ONU.

El gran desafío que tiene Itamaraty será el de conseguir mantener las posiciones tradicionales de la diplomacia brasileña para que, en alguna de esas prioridades, no haya una drástica reversión de la política multilateral, en caso de haber un cambio de gobierno con las elecciones presidenciales en 2023.

(*) Rubens Barbosa, presidente del Instituto de Relaciones Internacionales y Comercio Exterior - IRICE.

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