Guerra en Israel

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La idea era escribir sobre el mundial de fútbol, el partido inaugural, la eterna persecución contra un pequeño país glorioso, defendido con uñas y dientes por un puñado de aguerridos periodistas deportivos, que no se dejan doblegar por los millones de dólares corruptos de la FIFA. Capaz que por unos miles de algún intermediario local se puede conversar, eso sí.

Pero amanecer y ver las imágenes de lo que ocurre en Israel, no deja espacio para el sarcasmo ni para el humor, que es la única forma de encarar lo del fútbol.

Al momento de escribir estas líneas, Israel es víctima de un ataque abierto de las milicias del grupo Hamas como no se recuerda en décadas. Localidades enteras del sur del país invadidas por milicianos palestinos, que han asesinado a civiles a mansalva, atacado hospitales, residencias privadas, y secuestrado a decenas de personas, entre ellas muchas mujeres, para llevarlas a Gaza como rehenes.

Dos preguntas surgen al instante. La primera, ¿cómo pudo pasar esto a un país con el sistema militar y de inteligencia, más eficiente del planeta? Esa pregunta excede en mucho lo que puede responder un modesto escriba a miles de kilómetros de distancia de los hechos. Aunque la reciente crisis política interna en Israel, sobre el alcance de la autoridad de la Suprema Corte frente a las decisiones del gobierno democrático, puede haber sacado de foco al sistema de defensa israelí.

La segunda pregunta es por qué ocurre este ataque ahora.

El momento es algo central. Por un lado, la fracasada invasión rusa a Ucrania ha debilitado el poder de Moscú para ser una fuerza relevante en muchos conflictos. No es casualidad que en las últimas semanas Azerbaiján haya decidido poner fin al “stato quo” en Naborno Karabaj, donde soldados rusos aliados con Armenia oficiaban de fuerzas de paz.

Por otro lado, las negociaciones entre Arabia Saudita e Israel para retomar vínculos diplomáticos, y de alguna forma enfrentar unidos el desafío de Irán, estaban a punto de cristalizarse. Aunque también es verdad que hubo recientemente un acuerdo entre Teherán y Ryadh que parecía poner agua sobre la siempre crepitante rivalidad entre las naciones líderes de las dos principales facciones del Islam.

Hay otro factor, no menor, que está azuzando esta mayor conflictividad planetaria, que se palpa desde la zona del Sahel en África, hasta el Cáucaso. Hablamos del fin del mundo unipolar donde EE.UU. tenía la última palabra ante cualquier crisis. Entre el ascenso de China, y la percibible debilidad de una potencia gobernada por un señor mayor, y afectada por una guerra cultural interna, muchos pueden pensar que hay margen para ciertas audacias. Error fatal.

Estados Unidos, con todos sus problemas, sigue siendo la primera potencia mundial. No sólo eso, sino que su sistema de pesos y contrapesos institucionales, que muchas veces dan una imagen caótica y disfuncional, son la garantía de mayor estabilidad que puede tener un esquema político. Ya pasó en tiempos de la URSS, que muchos creían que las recurrentes crisis políticas internas de EE.UU. hacían que no pudiera competir con una potencia con planificación central. La realidad mostró otra cosa, y la sigue mostrando cuando vemos la crisis en China. La democracia liberal es más poderosa que los totalitarismos.

Y lo mismo pasa en Medio Oriente. Israel tendrá sus crisis, pero como es una sociedad liberal y abierta, las mismas se gestionan de forma pública. Los regímenes totalitarios islámicos en su entorno parecen haber confundido turbulencia con debilidad.

Nada más lejos que ponernos en la situación del típico periodista uruguayo, ese que cuando se muere un famoso sale corriendo a buscar una foto o contar una anécdota que lo asocie al personaje del momento. Pero hace unos años tuvimos la chance de recorrer Israel y los territorios palestinos. Bueno, salvo Gaza, porque hacía días habían asesinado allí al jefe militar palestino de Cisjordania, que cometió el error de caer de visita al feudo de Hamas.

La primera lección de esa visita fue la humildad. En esa zona hay guerra abierta desde hace miles de años, y nuestros criterios racionales occidentales, se chocan con un muro a la hora de intentar entender su realidad. La segunda, comprobada hablando con los pobladores de un “kibbutz” justo frente a Gaza, y que hoy debe ser zona de guerra total, es que (con perdón de la sensibilidad femenista) los israelíes tienen... digamos, un carácter irreductible. Le acaban de tirar del bigote a un león.

Entre todas las imágenes que circularon las últimas horas, una causó especial impacto. Una mujer civil israelí, sangrando y atada de manos, es metida a los golpes dentro de una camioneta por un grupo de milicianos. Cuando Israel reaccione ante este ataque, y la claque de políticos uruguayos de siempre salga con su cantarina antisemita y victimista habitual, habrá que recordar esa imagen. Y pedirles que sigan hablando de la inauguración del mundial.

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