Mañana será el debate entre los dos candidatos a la presidencia. Es difícil saber si tendrá un impacto tal que cambie las tendencias actuales en la decisión de la gente a quien votar. Para ello, debería ser un debate donde ocurra algo verdaderamente revulsivo, donde uno de los dos tropiece de manera espectacular o, por el contrario, se muestre con tal contundencia que deje demudado a su rival. Y aun así eso no necesariamente cambia las cosas.
Como bien recordaron algunos expertos, Sergio Massa abrumó a Javier Milei en su debate final y hace poco tiempo Kamala Harris dejó en falsa escuadra a Donald Trump. Así lo registraron las encuestas. El resultado final, sin embargo, fue el opuesto. Que la gente diga que el debate lo ganó uno u otro, no determina que esa será su preferencia final.
Por otra parte los debates tienden a ser espectáculos paralelos. Cada uno lleva su discurso preparado y a medida que los moderadores le dan entrada, lo recitan.
Son muy diferentes entre sí, por cierto, pero eso no determina que uno demuela los argumentos contrarios o siquiera los desmienta. Cada uno se mantiene en su carril.
Los que favorecen a Álvaro Delgado terminarán diciendo que estuvo mejor, y los que prefieren a Orsi dirán que él ganó.
Mientras tanto, la campaña sigue su curso hacia el tramo final. Si bien tampoco puede esperarse que pase algún hecho decisivo, es probable que el Frente lance su ya tradicional “remontada” final: el trabajo silencioso de sus militantes, por fuera de lo que ocurre con los candidatos y por fuera de la campaña publicitaria, dirigida a ganar votantes de a uno, puerta a puerta, especialmente a aquellos que no los votaron en primera vuelta.
Así fue que en 2019 recuperaron muchos votos en la segunda vuelta haciendo que Luis Lacalle Pou gane por estrecho margen.
Es gracias a ese peculiar trabajo militante que ahora lograron en varios departamentos aventajar al Partido Nacional. Si bien la suma de votos de los partidos de la Coalición es más que el Frente, es llamativo que tras cinco años de un gobierno liderado por los blancos y que dio enorme importancia a los diferentes departamentos en su gestión, no haya podido sacar más votos que el Frente. Alguien descuidó un flanco y deberá responder por ello; otro hizo muy bien su trabajo.
Los partidos coalicionistas no pueden ser ingenuos ante esta remontada y deberán en los días que restan, hacer lo propio.
Los votos se cuentan de a uno y se pelean hasta el último día.
Habrá que ver el efecto que tendrán algunas manifestaciones del candidato frentista, realizadas apenas terminada la primera vuelta. Son desconcertantes y salen del libreto usado durante la primera etapa de la campaña.
Conocida la derrota del plebiscito promovido por el Pit-Cnt, Yamandú Orsi comenzó a decir que había que considerar a ese 38 por ciento que perdió y no al 62 que ganó (y al que hasta la primera vuelta, apoyó tibiamente). Este tema implicó una profunda división para el Frente Amplio, que si bien la manejó “de calladito”, se trató de una diferencia sustancial, no de matices banales.
Por qué Orsi revolvió un tema donde el 62 por ciento de los votantes se pronunció a favor de no tocar las AFAP y aceptar que la edad jubilatoria fuera de 65 años y no de 60, es algo que supera toda capacidad de comprensión.
Por otra parte, Gabriel Oddone, que sería ministro de Economía si ganara el Frente, sigue haciendo declaraciones que lo alejan de las razones por las cuales Orsi anunció que sería su ministro. También él se metió en el tema de las jubilaciones y el lucro.
En lugar de darlo por saldado tras el plebiscito, siguió entreverándolo. Para colmo, justificó la existencia del IASS, el impuesto a los jubilados, diciendo que se trata de una renta, no de la devolución de tantos años de aportes.
Esta campaña ha sido rara. Orsi resultó ser un candidato de escasa talla, al que no se le entiende cuando habla. Sin embargo, no genera el rechazo generalizado que debería.
Delgado es la voz de un gobierno que hizo bien las cosas, con socios que sin renegar de su identidad, reafirman su pertenencia a la Coalición. Sin embargo debió remar con gran esfuerzo, tal como deberá hacerlo en este tramo final.
Lo bueno de estar ante encuestas con resultados tan reñidos, es que obliga a pelear hasta último momento. Nadie tiene nada asegurado y quien se descansa por un segundo, pierde.
Así pues, el país llega al final de un largo recorrido, que la gente ha seguido con distancia pero no carente de posiciones definidas.
Tras cinco años de un gobierno que cumplió buena parte de sus promesas, que deja al país mejor parado tras haber sorteado con éxito la pandemia (por lo cual arrancó muchas cosas con dos años de atraso), lo deseable sería que se siguiera por ese camino, se consolidaran logros y se avanzara sobre nuevas propuestas. No es un mero continuismo, sino continuar cambiando.
Pero eso depende de lo que diga el soberano el 24.