Sociedad civil y democracia

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HEBERT GATTO
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El incidente suscitado por una pieza publicitaria proveniente de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, (Fucvam) con la senadora Graciela Bianchi reveló una estrategia que al confundir modalidades legales de arrendamientos resulta engañosa: adelanta cuan poco cabe esperar de esta polémica sobre la LUC.

Fuera de la desfachatez del caso, esta campaña presenta dos facetas bien diferenciadas. La primera es la débil esperanza de que prime la razón. Lo que en el fondo la convierte en una confrontación ideológica, aun cuando ello no implique una colisión entre derechas e izquierdas, extremos actualmente cada vez más vagos. La segunda característica, más compleja, refiere a un asunto generalmente desapercibido. Aludo a la marcada presencia en la contienda de las organizaciones de la sociedad civil y las ONG (en adelante todas OSC), integrando el bando derogatorio. Un fenómeno que si en anteriores plebiscitos ya había aparecido, en este adquiere proporciones desmesuradas.

Se calcula que más de cien asociaciones, con enorme diversidad de objetivos, han firmado la oposición o se oponen de hecho, a la vigencia de la ley. Entre ellas, y solo por mostrar su variedad, además del Frente Amplio como expresión política, el Pit-Cnt, Fucvam, Intersocial Feminista, FEUU, Serpaj, Asociación por el Agua de Santa Lucía, Casa Bertolt Brecht, Frente Antimanicomial, Memorias de la Costa, Mizanga Mujeres Afro Descendientes, Ovejas Negras, Radio Pedal, No Todo Está Perdido, etc., etc.

Según la Academia, la izquierda uruguaya ha vivido diversos períodos de luchas tendientes a impugnar las relaciones de explotación-dominación, (del que este referéndum sería un caso):

1) De 1960 a 1973, Objetivo, Liberación Nacional, Socialismo, Antiimperialismo. (1971, primer programa del Frente Amplio.)

2) De 1973 a 1990, Confrontación entre Democracia y Dictadura.

3) De 1990 hasta 2004, resistencia al neoliberalismo restaurado.

4) De 2004 a 2019, construcción de una sociedad “progresista”.

5) 2020/21, nueva resistencia al neoliberalismo de derecha y defensa de derechos adquiridos.

En los tres últimos lapsos esta lucha convivió con un fenómeno emergente: el surgimiento creciente, desde la sociedad civil, de movimientos sociales. Entendiéndose por sociedad civil la comunidad no estatal conformada por: familias, Iglesias e instituciones de la vida privada, asociaciones y movimientos voluntarios, la opinión pública y sin aceptación general, el sector económico, Empresas y Sindicatos, (alternativamente considerados un sector intermedio propio). A ello se agrega que durante los mandatos del FA en sus relaciones con los espacios sociales mostraron dificultades en tanto como gobierno desplegó marcadas orientaciones capitalistas (competitividad, captación de inversiones foráneas, articulación con el capital trasnacional, etc.), que en general no coincidieron con el radicalismo de las organizaciones sociales.

La reciente derrota electoral del FA, minimizó sus diferencias, permitiendo que la simbiosis entre ambos campos, incluyendo al económico a través de la central sindical, resultara más sencilla y efectiva. Aun con matices, todas las organizaciones se encontraron en un espacio común, facilitado por la deriva hacia el populismo del Frente. Una coalición, que pese a haber perdido sus referencias ideológicas, aún continúa denostando a la Social Democracia.

Todo ocurre como si en este período, el Frente aceptara mantener su costado democrático eligiendo el gobierno mediante votaciones ciudadanas quinquenales, pero adelantando que si llegara a triunfar, gobernará en conjunción con las fuerzas sociales y sindicales o a lo menos les otorgará intervención preponderante, algo que como oposición, como muestra la actual campaña anti LUC, ya comenzó a practicar. En una amalgama que denomina “democracia participativa” que tiende a la fusión entre gremios, movimientos sociales y partidos políticos subordinando paralelamente, a la opinión pública. Aislada en el ámbito ciudadano. Con ello desata un proceso de cooptación corporativa con cierto parecido a la Italia de Mussolini, bastante alejado de la democracia liberal.

Es cierto, que en la sociedad civil se encuentran fuerzas espontáneas capaces en su constante renovación de revitalizar una democracia representativa jaqueada por el creciente disenso popular. Incluso un pensador como Habermas ha creído hallar en ella las fuentes para una renovada democracia liberal, donde un diálogo igualitario y sin condicionantes entre sus componentes contribuya a que triunfe el mejor argumento. Y Rawls las ha considerado en sus esquemas democráticos distributivos. Pero, a todas luces, no es ese el panorama uruguayo.

Con solo observar su funcionamiento en la última década es fácil apreciar que las OSC operantes en el país y en menor medida los gremios, sufren de una aguda ausencia de democracia interna, unida a una irreversible partidización que les impidió oponerse a la cooptación política frentista. A lo que suman, en consecuencia, su incapacidad para rendir cuentas y la pérdida simultánea de sus objetivos fundacionales, aquellos que justificaron su aparición junto a una notoria incapacidad para conservar su independencia.

En ese contexto, auxiliadas por un clima cultural convergente, tienden a convertirse en una multitud de mini partidos políticos, con similares objetivos generales, todos operando como sucursales o anexos del Partido centro. Aunque ello, por un proceso de mímesis, no impida que al mismo tiempo el Frente adquiera características correspondientes a las OSC, e incluso, como ahora sucede con la oposición a la LUC, delegue en ellas algunas de sus funciones como partido.

Un panorama que no exculpa a las mayoritarias clases medias uruguayas no frentistas, de su incapacidad de organizarse en el plano social, permitiendo un desafío a su ciudadanía que puede resultarles catastrófico. A su vez nada más triste para los orientales, hombres o mujeres, que su imposibilidad de integrarse a cualquier OSC barrial, ambiental, sindical, inmobiliaria, cultural de género o incluso profesional, sin experimentar que su afiliación política blanca, colorada o independiente o su apoyo a la LUC, se lo prohíbe.

¿Es esa la democracia de nuestra sociedad civil?

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