La invención del individuo

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hernán bonilla
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Una idea muy asentada, que parte de una particular definición de liberalismo, por cierto, entiende que esta doctrina fue ganando espacio y prestigio desde comienzos del siglo XIX, especialmente, a partir de su confrontación con la religión en general y con la Iglesia católica en particular.

En 2014 un libro particularmente influyente escrito por Larry Siedentop, profesor emérito de la Universidad de Oxford, titulado “La invención del individuo” ha llamado la atención sobre este asunto. En realidad, argumenta con inteligencia y sabiduría Siedentop, el liberalismo surge como un producto no intencionado a partir de la novedad que aporta el cristianismo y de la acción de la Iglesia desde los primeros siglos de nuestra era.

El autor afirma que debemos dar más lugar en la historia a las creencias y, en particular, que “las creencias morales le han dado una clara ‘dirección’ general a Occidente”. En contra de los reduccionismos economicistas, llama a tomar en cuenta tan seriamente como sea posible a las ideas en la dirección que siguen las sociedades y, en el largo trazo, la historia.

El libro recorre cómo aparece el individuo como un agente moral de la historia. En efecto, para los griegos y los romanos la sociedad era una asociación de familias, no una asociación de individuos. Es la revolución moral del cristianismo, y en particular San Pablo, el que pone “al mundo de cabeza”: “A través de la historia, de Jesús, la agencia moral individual fue elevada para proveer una mirada única sobre la naturaleza de las cosas, una experiencia sobre la gracia antes que la necesidad, un vistazo sobre algo que trasciende la muerte. El individuo remplazó a la familia como el foco de la inmortalidad.”

Cuando San Pablo proclamó: “Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28) estableció una dignidad humana común a todas las personas que iba directamente en contra del pensamiento de su tiempo, en realidad estaba iniciando una revolución moral. Para Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia que escribió en la segunda mitad del siglo I de nuestra era, el asunto estaba claro, el anuncio de Jesús: “había traído la libertad a la persona humana”.

Siedentop analiza el origen religioso tanto del liberalismo cuanto del secularismo, aunque ambos, especialmente el segundo sea consistentemente negado, en especial en la versión anticlerical que es más conocida. Tanto el individualismo como el derecho natural demoraron siglos en emerger con claridad ya que otra multitud de variables e intereses también jugaban su partido, explica el autor. La lenta secuencia que lleva de la igualdad de estatus entre las personas hacia el establecimiento de ciertos derechos humanos básicos que conduce al autogobierno, es un punto central del libro.

Finalmente, Siedentop se lamenta de que Europa se niegue a aceptar su herencia cultural, de origen cristiano, que dio a Occidente su característico liberalismo secular: “¿Si Occidente no entiende la profundidad moral de su propia tradición, como puede incidir en la conversación de la humanidad?” Sobre esto volveremos la próxima semana, con otro autor que vale la pena visitar.

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