Claro que es posible

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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El mes entrante, se desarrollará en Glasgow (Escocia) una nueva Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26).

Ya no tiene sentido referirnos a cada una de ellas como “una oportunidad para”, pues sabemos de sobra que la lucha exitosa contra el calentamiento global es la única opción racional que tiene la humanidad para construir un futuro prometedor.

El mundo científico, abrumadoramente coincide con la imperiosa necesidad que tenemos de limitar el aumento de la temperatura atmosférica global a entre 1,5 y 2º C. Es el único camino que nos permitirá reducir los desastres naturales en cantidad e intensidad, y que asegurará una mayor homeostasis ecosistémica -esencial para la calidad de vida de la gente.

Ese llamado de la comunidad científica se basa en que sus predicciones señalan que con el actual e insuficiente compromiso llevado a la práctica por las naciones del mundo, la temperatura global aumentará en 2,7º C para 2100, algo muy malo por donde se lo mire.

Lo que resulta muy alentador es que ya se ha demostrado que es posible lograr muy buenos niveles de crecimiento, reduciendo las emisiones de CO2. Hasta no hace mucho se consideraba esta posibilidad como inviable, lo que conducía a fracasos asegurados todas las negociaciones emprendidas en los ámbitos internacionales.

Con el diseño y puesta en práctica de sus actuales políticas, en los últimos tres decenios la Unión Europea ha logrado un crecimiento de más del 60%, y al mismo tiempo, una reducción de la cuarta parte de sus emisiones atmosféricas de gases de efecto invernadero. Y aspira a procurar la neutralidad climática en 2050.

El enorme desafío es cómo podremos lograr que esta corriente se generalice en todo el mundo y en el menor tiempo posible, especialmente en aquellas naciones responsables de los mayores niveles de contaminación atmosférica, como lo son China, Estados Unidos y Japón.

¿Es posible encaminarnos hacia la neutralidad climática? Necesitamos mucho dinero y sobre todo convicción con la causa. Porque si no hay convicción no habrá compromiso, y sin compromiso nunca lograremos transformar a nuestras sociedad en realidades sostenibles.

Existen algunos grandes temas que requieren un abordaje valiente y decidido. El de la producción y uso de las energías renovables sigue siendo el talón de Aquiles. Si bien vamos en camino a quebrar nuestra dependencia del uso de los combustibles fósiles, todavía falta mucho por recorrer. Porque la demanda creciente de energía para producir, transportarnos y calentar nuestros hogares, así lo impone. Sin una robusta alianza mundial -que solo se logrará contando con mayores sacrificios de las naciones más desarrolladas- resultará muy difícil impedir que se concrete el peligroso pronóstico de los científicos.

Queda claro que en esta cruzada hay mucho más en juego que los buenos números económicos que cada país procura alcanzar con sus actuales políticas de desarrollo.

El problema adicional que presenta es que el comportamiento climático es un proceso de largo plazo que no se puede modificar con un simple golpe de timón. Por esa razón resulta crítico tomar muy en serio las advertencias de los expertos.

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