Así podemos considerar al préstamo acordado por el Banco Mundial (BM) con nuestro país, en condiciones singulares e innovadoras.
Su importancia no radica en el monto sino en su concepción y en la novedad vanguardista de sus términos.
Por primera vez las condiciones de financiamiento están vinculadas al cumplimiento de muy ambiciosas metas ambientales por parte de nuestro país, y en un rubro particularmente sensible de nuestra economía: la ganadería.
Se enmarca en una política de crecimiento desafiante, enfocada en el fomento del crecimiento económico nacional de manera sostenible, y comprometida con lograr la mejor adaptación posible a los impactos climáticos, cada vez más intensos, frecuentes y dañinos.
El préstamo de 350 millones de dólares presenta la singularidad de que la tasa de repago estará directamente asociada al cumplimiento de algunas metas ambientales referidas al cambio climático. Nuestro país se beneficiará con una reducción de 12.5 millones de dólares en los intereses a pagar, si consigue una disminución verificable en la intensidad de la emisiones de gas metano (CH4) del sector ganadero. Recordemos que la liberación del CH4 a la atmósfera preocupa mucho porque en ese ámbito tiene una capacidad de calentamiento 23 veces mayor que el dióxido de carbono, y se mantiene actuando por más de una década hasta su degradación.
Los términos del singular acuerdo establecen que habrá una evaluación anual a partir de 2028 para monitorear la reducción de las emisiones de CH4 del sector ganadero uruguayo. Estamos hablando de un fuerte compromiso nacional de alcanzar una reducción de 33% entre 2028 y 2032, y de 36% entre 2033 y 2037, superando nada menos que las metas establecidas en el Acuerdo de París.
Esto permite aquilatar el histórico y desafiante compromiso asumido por nuestro país en la lucha climática, a pesar de ser una nación con una incidencia residual en la generación del problema del calentamiento planetario.
Nos llena de orgullo comprobar que nuestro país se toma muy en serio el rediseño de su paradigma de desarrollo, no solamente persiguiendo metas de crecimiento y prosperidad con equidad y bienestar social, sino a la vez jerarquizando la sustentabilidad como concepción inequívoca de tutelaje de los derechos de las próximas generaciones, ausentes en el presente para reclamarlos.
También hay que reconocer el mérito del organismo multilateral por su evolución, dando cabida a proyectos de desarrollo que incentivan prácticas específicamente en favor del combate al calentamiento global, a través de consideraciones más “abarcativas” que incluyen la protección de los ecosistemas, de la biodiversidad, la producción orgánica y de hidrógeno verde, etc.
En este caso particular, el BM con su decisión crediticia distingue a Uruguay como un país referente en materia de desarrollo sustentable, que viene ejerciendo un llamativo liderazgo, a través de innovaciones institucionales y financieras, sirviendo de referencia para otros países en desarrollo.
Además, estas decisiones favorecen un mejor posicionamiento uruguayo en los mercados exportadores agropecuarios que valoran la producción más “verde”. Ganamos por todos lados.