Horadar para ganar

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A veces el intento de establecer un relato falso se vuelve contraproducente para quien lo hace. Cree que con eso pone en marcha una combativa estrategia de desprestigio contra sus adversarios, pero ese mismo relato termina teniendo repercusiones indeseadas.

Algo así pasa en filas oficialistas respecto al legado económico del gobierno anterior. El senador Daniel Caggiani está decidido a hacer creer al país que el nuevo gobierno frentista enfrenta una herencia maldita que exigirá un redoblado esfuerzo para superarla. Sin embargo, el ministro de Economía de ese mismo gobierno, Gabriel Oddone, una vez más afirma que la economía del país, en términos generales, está sólida. Y tiene razón

¿A qué se debe ese desencuentro de percepciones? ¿Y a quién creerle cuando las dos opiniones enfrentadas, provienen de un mismo oficialismo? Es obvio que como economista de sólida formación, Oddone sabe más. También es verdad que desde el cargo que ejerce y las responsabilidades que asume, afirmar que todo viene bien le sirve para acometer una mejor estrategia al lidiar con los mercados y los organismos internacionales. Arranca desde un buen piso y eso ayuda. No tiene por qué mentir, no le sirve hacerlo.

Al decir que el gobierno dejó varias bombas instaladas y que será tarea del gobierno desactivarlas, Caggiani utiliza un recurso casi infantil de hacer política que solo serviría si se aplicara a gobiernos de larga gestión y prolongado desgaste. Aun así, el senador igual quiere afirmar que todo lo recibido está mal, para que lo que haga este gobierno por poco que sea, parezca bueno. Es además una manera de horadar al adversario y evitar que sea un rival fuerte en las próximas elecciones.

Sí, a un mes de haber asumido ya hay quienes piensan cómo ganar la elección siguiente. No es una práctica nueva y en esto Caggiani no inventa nada. Pero aún así es una manera menor de hacer política. “No hay ninguna bomba” sostuvo Oddone en un nuevo intento por desmentir dichos del propio oficialismo. “Si hubiera una bomba, Uruguay tendría un problema en su nivel de calificación y estaríamos trasmitiendo una señal de fragilidad que no la hay”. A Caggiani eso no le importa. Justifica que haya una verdad para los mercados y otra que le sirva a él cuando le habla a la gente. Es decir, tantas verdades como sean útiles, aunque no necesariamente ciertas.

Más allá de que lo afirmado por Oddone no solo muestra su honestidad intelectual sino que es de verdad funcional al gobierno, habrá que prepararse a escuchar muchos razonamientos en la línea de Caggiani. No importa que se haya dejado una economía sólida con crecimiento de empleo, mejora de salarios y con inflación baja. No importa que se hayan adoptado medidas cuya aplicación le dieron al país mayor fluidez en su funcionamiento y que su sola existencia le allana el camino al actual gobierno. El objetivo es dejar claro que hubo una herencia maldita y que lo único que quedó es tierra arrasada.

Hoy los partidos de la coalición están abocados a las elecciones departamentales y en el Partido Nacional, al caso Besozzi. Quizás no les resulte fácil prestar atención a más de un frente a la vez. Pero es evidente que deben neutralizar ya esta estrategia frentista de horadar los logros del gobierno coalicionista. Además deben estar atentos porque en la primera oportunidad que se le presente, la artillería pesada de la izquierda irá contra el expresidente Lacalle Pou. Lo van a enchastrar con lo que puedan. Que su gestión siga siendo considerada exitosa (aún pese a la derrota electoral) y su carisma político siga atrayendo a tanta gente, es algo que los frentistas no pueden aceptar por dos motivos: por orgullo propio (¿cómo alguien puede ser tan popular, si lo popular debería ser monopolio de la izquierda?), y por necesidad electoral: para ganar un segundo gobierno importa enlodar profundamente al adversario antes que resaltar los eventuales méritos propios. Se recurre al relato de ensuciar, porque no se tiene confianza en que este gobierno pueda superar (o al menos igualar) en calidad al anterior.

Los partidos de la coalición deben evitar que un relato fabricado termine por matar lo que fue una buena experiencia de gobierno. Por eso la actitud de Caggiani debería servir como señal de alerta. Esto no implica refutar cada cosa que digan los diferentes voceros frentistas, porque sería un modo burdo de estar a la defensiva; es una estrategia enojosa que no rinde y desgasta. Pero sí debe haber un firme mensaje paralelo de los partidos coalicionistas, por fuera del debate del día a día, que permita recordar incluso con cierto tono épico, los logros de esa gestión, que los hubo y muchos.

Será un trabajo arduo, requerirá mucha inteligencia y capacidad para que esa historia no se distorsione, pero es la única manera (más en estos tiempos en que el mundo vive una angustiante incertidumbre) de permanecer erguidos ante tanto embate.

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