Ideas y agenda de Milei

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En cumplió un año del gobierno de Javier Milei. En corto, le está yendo mucho mejor que lo que la inmensa mayoría de los analistas apostaban. Lo que no quiere decir que tenga el éxito asegurado. Pero en estas líneas quiero detenerme en otra cosa, como a pesar de sostener ideas que yo considero equivocadas, Milei sostiene una agenda en esencia correcta.

Muchas ideas, convicciones y estilos del presidente Milei me parecen en extremo equivocados. Defender el anarcocapitalista es básicamente una convicción religiosa, asumir que cualquier forma de Estado es una organización criminal no se sostiene en ninguna evidencia. La civilización avanza por la innovación e iniciativa privada pero también lo hace porque existen Estados virtuosos que generan los marcos adecuados. También me parece ridículo acusar de comunismo a cualquier cosa que no gusta, más cuando esa obsesión se enfoca en bombardear cualquier iniciativa de cooperación internacional. Su retórica absolutista, su dicotomía amigo enemigo, su vínculo agresivo para con la prensa son casi idénticos a los del kirchnerismo y otros populismos.

Pero así como la mayoría de las convicciones profundas de Milei me parecen equivocadas, la gran mayoría de su agenda de gobierno está en la dirección correcta. ¿Alguien puede dudar que la economía Argentina era inviable si no procedía una profunda corrección fiscal? ¿Alguien niega que sin cambios profundos en la regulación laboral es imposible que se creen empleos formales en Argentina? ¿Alguien desconoce que el entramado de regulaciones y restricciones para producir y comerciar es una de las causas del mal desempeño económico? ¿Alguien puede creer que Argentina podría volver a crecer con una diferencia del 60% o 100% entre el valor del dólar oficial y el del mercado?

La magnitud de distorsiones económicas que existían, y aún existen, hacían imposible cualquier esperanza de recuperación económica y social allende el Plata. Más allá de su fundamentalismo de ideas que yo creo equivocado, la agenda económica que él impulsó hasta el momento es en esencia correcta y apunta a una mínima normalidad económica. Es más, el pragmatismo que mostró cambiando su posición con China, Brasil y la UE son una muestra de impulsar esta agenda correcta bajándole el volumen a algunas de las ideas que él había manejado antes.

Estamos probablemente en el momento de mayor euforia del “mileiismo”. Sus militantes están radiantes ante los evidentes logros alcanzados: una inflación que se desploma, una brecha cambiaria que tiende a cero, reservas que mejoran desde niveles subterráneos y una, aparente, recuperación económica que comienza a asomar. Esto no puede hacer olvidar que los riesgos siguen ahí, en particular aparece una luz amarilla en la apreciación cambiaria en el marco de una fuerte devaluación brasileña.

Es claro que este “buen primer año” no fue gratis, el ajuste no lo pagó solo la casta, también lo hicieron millones de argentinos, en particular jubilados. Pero los niveles de popularidad que aún sostiene el gobierno entre tantas dificultades económicas hablan de una esperanza que hace mucho no tenía lugar en Argentina. La esperanza de que esta vez el sacrificio tenga sentido.

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