Impuestos para algunos

No le quedaba otra, al presidente Orsi. La remoción de la ya exministra Cairo era un imperativo político, pese a que puso al gobierno en crisis y a la defensiva a solo mes y medio de asumir.

No le quedaba otra, al presidente Orsi. La remoción de la ya exministra Cairo era un imperativo político, pese a que puso al gobierno en crisis y a la defensiva a solo mes y medio de asumir. Peor todavía, la demora en tomar la decisión, agravó una sensación que permea en parte de la sociedad, de que a Orsi le cuesta tomar decisiones o tener posturas firmes. Aquello de ser hincha de Peñarol, pero simpatizante de Nacional.

Pero el imperativo no se lo puso Cairo ni quien difundió esa información, ni los dirigentes de algunos sectores que saltaron más rápido que la oposición, a pedir la renuncia. La puso el FA, que de manera algo miope (para gusto de este autor), usó la carta de la “honestidad”, como el gran activo diferencial en la última campaña.

Decimos miope, porque en general todo el sistema político uruguayo es honesto, y parece ridículo que desde el mismo se apele a esa carta como diferencial de unos sobre otros. Porque la historia muestra que es imposible asegurarse que de los miles de cargos que se llenan en un gobierno, todos sean a prueba de tentaciones.

Y, por último, porque cuando gritás que hay que meter preso a un intendente por entregar unos camiones de balastro a un tipo que está en la llaga, es imposible sostener a un jerarca que gana más de 5 mil dólares por mes, y evade el impuesto para Primaria.

Ahora bien, acá hay un detalle interesante. Pese a su perfil “barrabrava” en campaña, pese a aquel discurso de asunción algo infantil, pese a su rol el día de la inauguración del hospital del Cerro, Cairo parece ser una persona honesta y transparente. En sus pocos días en el cargo, se mostró abierta y dispuesta a trabajar con gente en las antípodas de su pensamiento. Y su reacción ante este hecho, fue visceral y sin doble discurso. Ella dijo que viene de abajo, y como mucha gente en esa situación, no veía el estar al día con ciertos impuestos, como una prioridad. Punto.

Tal vez lo más impactante de este caso, es que deja en blanco sobre negro la relación de algunos dirigentes del Frente Amplio con el tema de los impuestos.

Si bien daba para sospecharlo, por otras declaraciones y acciones de sus líderes, parece quedar bien claro ahora que para muchos jerarcas del FA los impuestos son un acto de justicia social, que deben paga otros, “los ricos”. Y, por supuesto, ellos en su mayoría se autoperciben pobres, aunque ganen miles de dólares por mes.

Parecería que la situación económica no la define el quintil o decil de ingresos (lo que esté de moda ahora entre los economistas y sociólogos), sino el origen social, o el vínculo con la ideología. Donde definirse “de izquierda” o frenteamplista, operaría como una especie de manto sagrado que pone a salvo del pecado de la riqueza.

La forma en que Cairo explicaba sin ningún complejo que no regularizaba porque venía “de abajo” y tenía “otras prioridades”, hacía acordar a aquella frase de Sendic, de que si sos de izquierda no podés ser corrupto. Lindo momento para preguntarle eso a Lula, que acaba de mandar un avión militar a rescatar a Nadine Humala, a quien la justicia peruana acaba de condenar a 15 años por usar plata negra para financiar la campaña de su esposo. Plata que venía de... Imagínese.

Pero, volviendo a Uruguay, uno la escucha a Cairo y es 100% creíble, en lo increíble de su razonamiento.

Otro tema que puso sobre la mesa este escandalete, y muy vinculado a lo previo, es lo de los topes salariales que imponen a sus dirigentes, grupos como el MPP y el Partido Comunista. Y que figuras como Cairo o Andrade usan como excusa para seguir percibiéndose integrantes de la “clase trabajadora”, sea lo que sea que esto significa hoy.

La idea podía tener su gancho, eso de forzar a los dirigentes a vivir como sus dirigidos. Pero hace que mucha gente valiosa no quiera agarrar cargos altos porque su familia pierde nivel de vida, es una forma algo injusta de financiación electoral. Y, sobre todo, genera la ficción de que los dirigentes políticos no asuman que no son un ciudadano cualquiera.

Ser dirigente político implica determinados beneficios y sacrificios. El hecho de renunciar voluntariamente a los primeros, no te hace inmune a los segundos.

Andrade o Cairo son legisladores, salen en la tele, tienen la capacidad de imponer costos y reglas al resto de los uruguayos, incluso con la autoridad de la fuerza pública. Y eso implica que tienen que ser los primeros en cumplir con su parte. ¿Sabe por qué? Y esta es la realidad a la que buscan escapar de forma permanente. Porque ya no son “trabajadores”, ya no son “pueblo”. Son personas que ganan y tienen posibilidades iguales o mejores que muchos de esos supuestos ricachones a los que muchas veces desprecian en público. Y que en Uruguay, en la mayoría de los casos, ganan mucho menos que un diputado o un senador. Si gracias a este episodio, un porcentaje mayor de los uruguayos entiende eso, el papelón institucional, al menos, habrá servido para algo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar