Indecorosa riña en la que perdió Petro

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A Gustavo Petro le quedó un ojo en compota por envalentonarse sin haber hecho los cálculos sobre cuál de los países perdía más con la escalada de sanciones comerciales que habían iniciado.

Si el presidente colombiano hubiera actuado con más inteligencia que veleidades políticas y poses de rebelde indómito, habría entendido que la matonería de Donald Trump y su veleidad de amo todopoderoso de las Américas debía ser respondida desde la razonabilidad democrática, por lo tanto, en términos absolutamente institucionales y diplomáticos.

En lugar de eso, Petro vio un escenario para interpretar al héroe de la resistencia latinoamericana contra el imperialismo cruel. Su ego lo puso en pose de guerrero bolivariano y terminó retrocediendo de manera indigna.

Su error no fue exigir a Trump moderar su grosera prepotencia, enviando a los deportados colombianos en vuelos civiles y no en aviones militares. El error del presidente colombiano fue dar rienda suelta a su veleidad personalista con un largo y desenfocado mensaje en la red X. Divagar en largos párrafos en los que desfilan Noam Chomsky, Sacco y Vanzetti, Salvador Allende y Walt Withman, además de advertir a su contrincante que “yo muero en mi ley, resistí la tortura y lo resistiré a usted”, fue lo que convirtió la resolución del diferendo en una derrota para Petro.

Si no hubiese dicho todo eso, sólo habría cedido ante una bravuconada insolente de Trump, mostrando responsabilidad ante su sociedad y evitando estragos en la economía colombiana.

Horas después de comenzar la escalada cuando Petro bloqueo el arribo de aviones militares norteamericanos con centenar y medio de deportados y Trum respondió anunciando imposición de aranceles altísimos que el presidente colombiano contestó anunciando que también él impondría aranceles a los productos estadounidenses, en Bogotá altos funcionarios de la economía y de las relaciones internacionales llamaron y acudieron al Palacio de Nariño para explicarle al presidente que Colombia perdía mucho más que Estados Unidos por la subida de aranceles y la suspensión de visas. Y a Petro no le quedó más alternativa que retroceder incómodamente y con la imagen política abollada.

A Trump no le da la razón haber noqueado a Petro. Lo que hizo el jefe de la Casa Blanca fue ostentar con prepotencia su poder, dejando de lado los modales diplomáticos.

Petro tenía buena parte de razón al exigir que los colombianos deportados no sean repatriados en aviones militares. Trump como un maltratador que disfruta humillando incluso al mayor aliado de los Estados Unidos en Latinoamérica. Colombia es un aliado extra OTAN de Washington, relación que benefició a Bogotá en la obtención de recursos para combatir a los poderosos cárteles de la droga que comandaban respectivamente Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela, y a renglón seguido para lanzar y sostener la mayor ofensiva militar contra las guerrillas de Manuel “Tirofijo” Marulanda, logrando que las FARC dejen las armas.

No fue un error de Petro exigirle a Washington que envíe a los deportados en vuelos civiles, y no en los aviones militares que volaban hacia Colombia. El error fue haber escrito ese mensaje en la red, procurando convertir la situación en un escenario donde posar de líder insumiso que no se deja atropellar por el matón de la Casa Blanca. Si se hubiese limitado a exigir algo tan lógico como vuelos civiles en lugar de aviones militares, no le habría quedado un hematoma en su imagen política.

No es bueno para América Latina ni para Estados Unidos que triunfe el matonismo de Trump. El magnate neoyorquino maltrató al mayor aliado latinoamericano de Washington, sólo para posar de líder todopoderoso al que no le tiembla el pulso para poner de rodillas a quien se le plante.

Actuó con Colombia y su presidente como jamás actuaría con Rusia y el jefe del Kremlin.

Haber humillado a Petro no sentencia el éxito definitivo de su matonismo imperial en las Américas. En Canadá hay consenso de responder a las sanciones arancelarias de Trump con sanciones económicas canadienses contra Estados Unidos.

Lo que ocurrió es una lección para la izquierda de América latina. Gustavo Petro no perdió la pulseada por haber permitido, finalmente, que los aviones militares aterricen en Bogotá. La perdió por haber publicado un mensaje pretencioso que lo mostraba priorizando sus veleidades ideológicas y su imagen personal por sobre su misión como mandatario en una democracia.

El desenlace muestra que tuvo que tragarse sus palabras. Un resultado negativo porque premia una prepotencia grosera y cruel.

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