India, ¿la nueva superpotencia?

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ANDRÉS OPPENHEIMER

Vine a la India para ver si este país de 1.100 millones de habitantes se convertirá pronto en la próxima China, una nueva superpotencia mundial que compita con EE. UU. en la arena diplomática y supere abrumadoramente a América Latina en los mercados mundiales. A pocas horas de mi llegada, mi primera impresión fue que no.

Es difícil imaginar a la India como superpotencia mundial cuando uno aterriza en el aeropuerto Indira Gandhi de la capital. En comparación con el de Pekín -un edificio gigantesco que se parece a un estadio de fútbol futurista- el de Nueva Delhi se asemeja a una terminal de ómnibus provincial del Cuarto Mundo.

Afuera, motocicletas, autos y rickshaws (vehículos de tres ruedas -que compiten para ver cuál hace sonar la bocina con más estridencia- tratan de adelantarse unos a otros para llegar primero a la zona de pasajeros. A metros de la principal entrada vi un taller mecánico improvisado, frente al que yacía un auto desvencijado, que parecía haber estado abandonado por semanas.

"Tiene un aspecto horrible", me confesó el ministro de Planeamiento, Montek Singh Ahluwalia, añadiendo que el aeropuerto acababa de ser privatizado y debería ser restaurado en breve.

El tránsito local hace que las más caóticas de las capitales norteamericanas parezcan modelos del comportamiento vial civilizado. Los automovilistas pasan los semáforos en rojo como si fueran señales decorativas, y todos ignoran las líneas divisorias de los carriles pintadas en las calles. Para empeorar las cosas, vi bueyes, vacas, caballos, e incluso camellos y monos vagando por las calles, retrasando y a veces deteniendo el tránsito. Me dijeron que de vez en cuando uno se topa con un elefante en pleno tránsito.

Pero las primeras impresiones en la India son a menudo engañosas. Este país está atravesando una ola de optimismo rara vez visto en el resto del mundo en desarrollo. Desde que el Consejo Nacional de los EE.UU. hace poco pronosticó que será la tercera superpotencia mundial en 2020, detrás de ellos y China, este país desborda de autoconfianza.

La economía pasa por un momento floreciente. Creció el 8% anual en los últimos dos años, después de crecer un promedio de casi 6% anual durante los años 80 y 90. Comparativamente, América Latina ha estado creciendo un promedio del 4,5% desde hace cuatro años. "Realmente comienzan a percibirse los beneficios de las reformas económicas que India ha estado introduciendo desde 1991", comentó Ahluwalia.

La Fundación India Brand Equity, un centro encabezado por privados, está promoviendo el país en el extranjero co-mo "la democracia de libre mercado que más crece en el mundo". El diario The Times of India publica una serie de artículos titulados "India está en marcha".

El índice Sensex de la bolsa de la India alcanzó un pico sin precedente este mes. La venta de casas y autos está en pleno auge. Cinco millones de nuevos teléfonos celulares se venden cada año, y las multinacionales indias como Tata Industries están invirtiendo en todo el mundo, al ritmo de 11.000 millones de dólares el año pasado, incluyendo 3.000 millones en América Latina. El gobierno espera que la India alcance un crecimiento superior al 10% el año próximo y llegue a índices del 12% hacia fines de esta década.

En comparación con el desarrollo de China, que se basa en exportaciones de manufacturas e inversiones extranjeras, el desarrollo indio está basado en los servicios -especialmente tecnología informática y productos farmacéuticos- e inversiones locales.

"Nuestro crecimiento no está impulsado por el sector estatal, sino por el sector privado", me dijo el ministro de Comercio, Kamal Nath. Las compañías de tecnología informática están convirtiendo a la India en el centro mundial para veintenas de servicios de contratación externa, entre ellos contabilidad, ingeniería y diagnósticos médicos de rayos X. Los servicios equivalen hoy a la mitad de la economía de la India, mientras que las manufacturas son sólo el 17%.

Los economistas afirman que la India va a la zaga de China porque comenzó a introducir sus reformas de mercado en 1991, más de una década después que China. Y varios funcionarios me dijeron que, si aquí no hay rascacielos ni modernos aeropuertos, se debe a que la democracia vibrante de la India hace más difícil que el gobierno expropie tierras o desaloje gente de sus viviendas, como lo hace habitualmente la totalitaria China.

Pero la mayoría de los indios parece pensar que, en la carrera del desarrollo, su país será la tortuga y China la liebre. A la larga, según ellos, su sistema democrático hará a la India más atractiva para el resto del mundo, y hará que sea menos probable un estallido social.

Mi opinión: la India de hoy es la China de hace 15 años. Pero India está ganando terreno rápidamente. Tiene una población joven con una elite técnica sumamente capacitada, un sistema democrático, y una tradición espiritual que la ayuda a proyectarse como una potencia regional que no es amenazante, y un consenso general para continuar con su apertura económica. No me sorprendería que, la próxima vez que venga a la India, mirando el horizonte vea gigantescas grúas, menos bueyes en las calles y un flamante aeropuerto internacional. India está despegando.

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