Leyendo el inquietante libro de la española Cristina Martín Jiménez “La verdad de la pandemia: quién ha sido y por qué” (mr/Planeta, 2020) referido a lo del título y otros temas críticos y actuales, descubro el concepto de “Infoxicación”, que me parece un sustantivo perfecto para definir la realidad de buena parte de la información periodística actual, en especial la generada por los grandes conglomerados de medios. Según consigna el libro, la información en el mundo está en manos de unos pocos y poderosos grupos mediáticos que manejan el flujo de noticias y con eso condicionan la agenda informativa.
La autora define infoxicación como un término derivado de la unión entre información e intoxicación, y hace alusión a la dificultad que entraña comprender la realidad ante la enorme cantidad de información, datos y estímulos que lanzan los medios de comunicación del siglo XXI.
Eso ya había sido señalado hace más de 30 años por el pensador francés Jean Baudrillard en su libro “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”, en el cual, sin negar ese suceso lo presenta como una creación informativa sobre un hecho real en el cual la información sesgada condicionó la verdad bélica. Su punto de vista era que la guerra no había sido tal porque la superioridad de Estados Unidos -liderando una coalición de 34 países- era tan grande que no podía definirse el enfrentamiento con Irak como una guerra. Pero además, en esa reflexión, Baudrillard consideraba también la procedencia de la información, casi no generada por los iraquíes.
Por esa misma época, Giles Lipovetsky, sociólogo francés que reflexionaba sobre la condición posmoderna, reparaba que el exceso de información que la gente recibía terminaba por saturar las conciencias y generar un efecto de distanciamiento, de indiferencia producto de que las noticas, convertidas en espectáculo, perdían jerarquía entre sí y se devaluaban unas a otras.
Volviendo al concepto de Cristina Martín, la infoxicación desarrolla el efecto de hibernación -aislamiento- en el receptor de los mensajes. Según Ramón Reig, catedrático de Estructura de la Información de la Universidad de Sevilla “este efecto se produce, entre otras causas, cuando un cerebro -cuanto menos culto, más proclive al efecto de hibernación- recibe una amplia cantidad de información al día, lo que se llama hiperinformación. Entonces, la reacción del sujeto es la no reacción, es decir, la hibernación de su acción y de su pensamiento”.
Nada nuevo, como acabo de demostrar a través de los franceses citados. No obstante, la evolución e imperio de los medios electrónicos, la inmediatez de las redes y la posibilidad de ver todo lo que sucede en vivo y en directo opera la paradoja de que cuánta más información se vierte menos se informa.
Si bien en el libro citado al comienzo, la reflexión comienza sobre la pandemia, después se extiende a otros escenarios, con algunas ideas finales con las que no estoy de acuerdo. Pero lo que rescato de su lectura, es la idea de una saturación de información que, lejos de sumar comprensión contribuye a generar incertidumbre o, en un estadio más peligroso, provocar unanimidad y acatamiento, aún en sociedades que no están bajo regímenes totalitarios.
Lo que se logró con la pandemia es un claro ejemplo: de pronto millones de personas en todo el mundo se recluyeron en sus casas, las calles se vaciaron y la mayoría se dejó ganar por el miedo. Eso generó crisis económica y una cuarentena casi planetaria, de la que por suerte aquí nos libramos.
Es verdad que el Covid-19 era y es real, pero reconozcamos que al comienzo de la epidemia, los mensajes contradictorios y remisos de la OMS, sumados a la imprevisión y falta de planes contingentes en los países centrales contribuyeron a que ese miedo fuera amplificado por la catarata de información que se recibía. Sin embargo, las preguntas importantes son: ¿Cómo y en dónde surgió el virus? ¿Fue por accidente o una fuga deliberada en el laboratorio de Wuhan? ¿Es China la responsable? ¿Por qué Bill Gates anticipó la pandemia en 2015? ¿Por qué el propio Gates participó de un evento en noviembre de 2019 que simuló lo que apenas un mes después estaba sucediendo en la realidad? Ninguna de ellas tiene aún respuesta.
¿Hoy conocemos más sobre el Covid-19? Aunque la ciencia sabe más, la gente sabe menos, porque la información que abunda pero no esclarece solo logra la “hibernación” de las mentes. Si quieres que la gente no se informe mantenla entretenida. Esa receta nunca falla, porque si además se convierte la información en espectáculo, el cruce es infalible para obtener una buena infoxicación. Las cifras de contagiados y de muertos pasó de ser algo estremecedor a ser incorporado por los tele diarios como un dato más, como el estado del tiempo o la cotización de la moneda. Hoy, la pandemia parece haber disminuido su amenaza, aunque nadie ha asegurado aún su control o desaparición. Se habla sí, inclusive aquí, de una presencia endémica del virus, mientras el ubícuo Bill Gates pronostica más pandemias. Es decir, más vacunación, miedo y control, según Cristina Martín.
Lo que el libro citado no incluye (por su fecha de publicación) es el efecto logrado por las vacunas. Actualmente la cifra de vacunados en el mundo recién llega al 70% con una sola dosis. En Latinoamérica, Asia y el Pacífico, el 83% de la población tiene al menos una dosis administrada. Teniendo en cuenta que en Uruguay ya se llevan aplicadas cuatro, es evidente la desproporción entre la importancia de la vacuna y el acceso a la misma. Sin embargo, la casi ausencia de seguimiento e información sobre la pandemia -sustituida quizá por la guerra en Ucrania empezada hace un año- da la impresión que el tema ya no es importante o ha sido escamoteado por razones no muy claras.
Con este y otros temas, el exceso de información -o su ausencia- no significa transparencia. Todo depende de la fuente, del interés del emisor, del grado de cultura o atención del receptor y de la repercusión en su vida de tal o cual tema. Sin duda son los grandes medios audiovisuales y electrónicos, sumados a las redes, los que fogonean la infoxicación que vivimos. Más que eso, imponen el relato de la época y este obedece a intereses que nunca quedan explícitos.
En mi próxima columna indagaré en lo que sucede aquí con la infoxicación.